04/04/2011

Los habitantes de Isla de Pascua: flor en el cabello, sol en el corazón

 F.Aurat/Tara Expéditions



Si los Moai pueden cautivar al viajero, también el encanto de la vida pacífica en la isla y sus habitantes. Como en un cuadro de Paul Gauguin, una flor o plumas en su largo pelo negro, las mujeres de Isla de Pascua pueden permanecer horas frente al mar; Pero en Isla de Pascua una cortante roca negra ha sustituido a las playas de arena fina. Aquí los elementos no son tan complacientes con los humanos como en otras islas de Polinesia; Estos humanos parecen sin embargo vivir en  solida armonía con la naturaleza.
Además del turismo, la pesca es un recurso primario de los habitantes de Rapa Nui (Isla de Pascua). En botes de madera los hombres salen en busca de Cerro, Mai Mai, Rape Rape, una especie de langosta también llamada cigarra de mar. Antaño la supervivencia de los isleños dependía en gran medida del mar ya que sólo un barco al año abastecía estos habitantes del fin de mundo. Hoy en día casi un carguero por semana y vuelos comerciales avituallan la isla en productos frescos;  Esta roca recibe cada año cerca de 70.000 visitantes.  Pero el transporte encarece los productos y los isleños se quejan de precios exorbitantes. Ellos pagan los productos básicos un promedio de cuarenta por ciento más que en el continente.
Además del pescado y mariscos el Océano Pacífico brinda  grandes momentos de relajación y placer a los aficionados de buceo y surf. Cada día después de las clases, chicos y chicas se aventuran con sus tablas en el “reef break” que rodea la isla. Antes de llegada de tablas de resina en Rapa Nui, los jóvenes practicaban con lo que había, bancos de escuela o tablas de lavaderos de ropa de sus madres. En los tiempos antiguos trenzaban esquifes de caña para deslizarse sobre las olas. Mientras los mayores juegan con las olas, los niños se tiran de las rocas para tratar de capturar tortugas que viven cerca del puerto de Hanga Roa. La vida parece benévola para con estos niños del Pacífico  Hasta la escuela no parece tan  severa.
Una flor de hibisco en el pelo combinando con su vestido, Jacqueline Rapu Tuki, directora de una de las tres escuelas de la Isla de Pascua, pasa de aula en aula para saludar a los niños. No hay que llamar a la puerta antes de entrar: uno entra como el viento que viene refrescar los alumnos. Un "Iorana" colectivo suena. "Iorana" significa hola y adiós en el idioma Rapa Nui. Si se oyen “lorana” por todos lados en las calles, el idioma español domina al Rapa Nui en las conversaciones. Según la directora sólo el diez por ciento de las familias en la isla siguen hablando su lengua materna en el hogar. Para compensar su lenta desaparición, la escuela se esfuerza por mantener un programa educativo en Rapa Nui. De los cuatrocientos alumnos, unos ciento veinte reciben clases en este idioma desde los cuatro años de edad. Con el transcurrir de los años el español se hace cada vez más presente, para que los niños de Rapa Nui estén en condiciones de presentar su bachillerato en español. El Rapa Nui no es un idioma opcional.
Estudiar en el continente es entonces un paso obligado, a menudo doloroso para los jóvenes isleños. Hablando con ellos de su futuro, todos dicen resignarse al exilio por unos años de estudio, pero con un objetivo claro en mente: regresar a su isla con un oficio en manos. Un solo día en la Isla de Pascua es suficiente para entender que para los autóctonos el pasarse toda la vida lejos de este remanso de paz es inimaginable.

Anna Deniaud