23/11/2016

Charley Waters, jardinero de laguna


Atrapado entre la pista de aviación y la laguna de Aitutaki, el centro de investigación de biología marina se erige en medio de restos de canoas y camionetas desusadas. Una larga galera de zinc  recibe hoy la visita de unos veinte escolares alrededor de los aljibes de crianza de almejas gigantes, Tridacna maxima. Invitados por Charley Waters, los científicos de Tara descubren el proyecto Reef Keepers.

Asombrado por el deterioro de la isla, Charley implementa, desde hace 14 años, su programa de  restauración de la laguna junto a un grupo de habitantes voluntarios.
“Mi plan inicial era trabajar en Manihiki (Islas Cook), pero cuando descubrí esta laguna, supe que había encontrado lo que estaba buscando. Lo que me convenció fue la acogida de los habitantes de la isla y del gobierno de aquel tiempo. Ellos se daban cuenta de que no podían salvaguardar la laguna con los pocos recursos que tenían. Yo venía con una buena experiencia en biología marina y estaba listo para ayudarles”.

“La tradición de la pesca es profundamente anclada aquí. A menudo, tradición y ciencia chocan. Algunas costumbres no están fundadas sobre la ciencia, sino sobre unas creencias. Algunos insulares, por ejemplo, piensan que si las almejas gigantes han desaparecido de la laguna, es porque están celosas de las que hemos introducido. Llevo años explicando que las almejas no son celosas, pero todavía la creencia altera los hechos. Pero en paralelo, sin ser científicos, algunos lugareños capitalizan un extraordinario conocimiento del ecosistema marino, de los ciclos de reproducción y del comportamiento de las especies”.

Entre política local y voluntad de cambio, Charley decidió pasar por los actos, invitando a los jóvenes a experimentar la plantación de coral en la laguna. Fijando trozos de corales sobre un soporte de cemento con resina epoxi, los jardineros replantan el coral y lo ven desarrollarse en un lapso de 5 semanas.
Esta técnica, validada en las Maldivas y en Australia, arroja resultados prometedores que podrían convencer a la juventud de la importancia de los arrecifes para la salud de la isla.

“Lo esencial es que ellos entiendan que se trata de un círculo virtuoso: más corales, más peces y mejor calidad de vida. Pienso que muchos niños no conocen la laguna solamente porque no pueden costearse un visor y un esnorkel (tuba)”.

“Luchamos contra lo que llamamos el síndrome de la “referencia deslizante”, es decir que lo que vemos hoy como un coral en buena salud, no lo era así para las generaciones anteriores“.
“Debemos ser extremadamente prudentes en las próximas etapas de protección de la laguna. Quisiera ver la implementación de un plan estratégico en respuesta a los estudios que se han llevado a cabo en las islas Cook. Los gobiernos tienden a pensar que los estudios solucionan los problemas. Nosotros,   científicos, sabemos que solamente es parte de la ecuación. Creo que hemos estudiado lo suficiente, ahora es tiempo de pasar a los actos”.

Un voluntario se aparta, y pronuncia una breve oración en maorí para pedir a los dioses de la isla que cuiden de los corales recientemente replantados. Charley sabe que el camino para convencer todos los insulares de Aitutaki será largo, pero, por lo menos, habrá aportado su piedra al gigantesco edificio coralino.

Pierre de Parscau

15/11/2016

Estado de salud de los arrecifes polinesios: Video


Tres meses y medio después de su entrada en las aguas del Pacífico, Tara está terminando una campaña inédita en el archipiélago de las Tuamotu, al este de Tahití. Los equipos científicos prosiguen con el muestreo de corales y de peces de arrecifes: operaciones de conteo, transects, uso del HyperDiver, un prototipo de escáner subacuático.  La goleta ha desplegado numerosas herramientas bajo el control de Serge Planes, director científico de la expedición e investigador en el CNRS.

Después de numerosas sumersiones, el dictamen de los científicos es formal: se creía que los arrecifes de Polinesia lograban mitigar los efectos de los cambios climáticos. No es así: los arrecifes están sufriendo profundos cambios.

“Pese a los sistemas de vigilancia implementados, en particular con el CRIOBE, para monitorear el blanqueamiento, no teníamos mucha información. Ahora, estamos descubriendo que los corales en las vertientes  exteriores de los arrecifes han sido muy afectados, con una alta mortalidad.
Estamos en presencia de arrecifes coralinos que suelen hospedar de 50 a 60% de coral vivo en sus faldas externas. En ciertas zonas, tienen ahora menos de 5%. Observamos una alta mortalidad del coral en los arrecifes de las Tuamotu.”

Los investigadores han identificado las causas de este blanqueamiento, motivo de este alarmante balance. Un primer actor de este cambio es el fenómeno climático El Niño, que genera un aumento de la temperatura de los océanos. En los arrecifes, este calentamiento causa un estrés en las poblaciones coralinas que pierden poco a poco sus algas simbióticas, acarreando así un déficit de nutrientes. Un proceso que se conjuga con el impacto de la actividad humana, tal como la contaminación, que llega a notarse hasta en estos archipiélago aislados.

Para una mayoría de peces del arrecife, el coral es un hábitat y un refugio ante los depredadores. Al desaparecer este hábitat, todo el ecosistema sería afectado. Mientras se sigue estudiando la capacidad de la fauna marina en adaptarse a los cambios en el arrecife, los científicos ponderan la capacidad del coral de sobrevivir a esta fase de blanqueamiento: “No estamos en un guión de desaparición del coral. El coral, gracias a su diversidad, -cerca de 1,500 especies-, y a su capacidad de resistencia, seguirá existiendo.  Lo que podría ocurrir es una transformación del arrecife coralino en un arrecife menos conformado por los corales y más por las algas”.

Resulta difícil predecir las consecuencias del proceso sobre las poblaciones humanas. Pero la fragilización del coral podría afectar la economía de las naciones del Pacifico, y poner en jaque la sobrevivencia de las sociedades insulares.

En 2015, en Paris, la comunidad internacional acordó tomar medidas de respuesta al cambio climático. La COP22 se reúne hoy en Marrakech para precisar las medidas concretas.

Tara sigue con su travesía del Pacifico y así poder informar a quienes tienen la decisión política de proteger estos medioambientes frágiles.

Pierre de Parscau




14/11/2016

Juventud del fin del mundo


Ella lleva 3 días nos observándonos desde lo alto del relieve, una lengua de vegetación perdida al noroeste de las islas Cook. Visto desde Tara anclado en la entrada de la laguna, Aitutaki tiene cara  de un escondite al fin del mundo. Para descubrir la vida en tierra, uno debe ir más allá de la calle principal desierta, y seguir una ruta familiar: el camino a la escuela.

Un amplio pasto tiene lugar de patio de recreo, las aulas están abiertas al exterior, una cancha de tenis mojada. En los altos de Aitutaki, la escuela podría parecerse a un campus tropical. En las terrazas protegidas de las lluvias, el inglés se mezcla con el maorí, al filo de las conversaciones y de las clases. Kimi ajusta una flor de tiaré en su cabello,  cuando le pregunto para orientarme. Con una gran sonrisa, ella empieza a enseñarme su escuela.

“Todos aquí estamos vinculados, hermanos, primos o sobrinos, todo el mundo se conoce desde siempre; No te puedes desplazar en la isla sin que alguien te grite “kaiman” (ven por aquí) y te invite a su casa”.
A través de las persianas de plástico, desfilan las caras de los niños en sus aulas. Clases de dibujo, de cocina, de música… Los trabajos manuales tienen particular relevancia y pueden preparar para la vida activa. Kimi ha recorrido esas clases desde sus 3 años de edad y ha crecido con su generación. A los 17 años, ella llega al fin de su programa escolar en Aitutaki. Al igual que muchos jóvenes de su edad, enfrentados a la falta de perspectiva profesional, ella deberá pensar en dejar su isla si quiere seguir sus estudios y forjarse un futuro.

Pese a su atractivo turístico, la economía de Aitutaki no permite a esos jóvenes visualizar un futuro en su isla. Unos pocos hijos de pescadores y agricultores seguirán con el trabajo familiar y otros pocos podrán conseguir un empleo de funcionario, garantía de cierta seguridad.
Al entrar en el aula de carpintería nos encontramos con Leslie, 16 años, quien termina un estante hecho de madera reciclada encontrada en la playa. La maestra neozelandesa sensibiliza a sus alumnos de los efectos del cambio climático en la laguna de Aitutaki y sobre la contaminación cada vez más presente.

“La laguna se está tornando sucia, los foráneos que pasan botan a menudo sus desechos, no es su isla y entonces no les importa”.  En una de las mesas de trabajo, algunos dibujos evocan la visión de porvenir de esos niños. Ventanas abiertas, conchas dibujadas con tinta, todos ilustran un vínculo con el Pacífico. “Mi padre tiene una pequeña lancha de pesca”, cuenta Leslie. “El fin de semana él me lleva, a veces, en mar abierto o a merendar en los motu (islotes al borde del arrecife). Decidí quedarme a vivir en Aitutaki, cerca del mar. Yo no podría vivir fuera de aquí”.

Las dos amigas tienen familiares en Nueva Zelanda y se recuerdan de sus impresiones cuando descubrieron a Auckland, hace algunos años. “¡Wao! Era mi primera impresión”, se ríe Kimi. “Lo que más me sorprendió fue toda esta gente en los centros comerciales. Se podía comprar un montón de cosas baratas, mientras que aquí no se consigue nada por 2 dólares. Mi hermano se fue a vivir allá hace varios años, pero nunca ha vuelto a visitarnos. Es difícil para mi familia”.

En la cancha de tenis, una pelota saturada de agua rebota de raqueta en raqueta. En esta región del Pacífico, el deporte es una oportunidad para la juventud. Algunos niños de Aitutaki son regularmente seleccionados por entrenadores extranjeros, para ir a reforzar los equipos de rugby locales e internacionales. Una oportunidad que sin embargo les rompe el corazón a estas familias insulares y a los jóvenes quienes, como Kimi, deberán expatriarse.

“Rápidamente, me da nostalgia del país. Aquí, uno crece libre, en seguridad. Afuera, la gente vive en casas cerradas, como presos. Cuando debes salir de aquí, cuesta dejar atrás tu familia y una parte de tu vida.”

Dentro de esta juventud expatriada, algunos regresarán a Aitutaki para fundar su familia e invertir en su tierra. Para los demás, la isla será como un guardián de sus recuerdos de la niñez y de la fragancia de un paraíso perdido.

Pierre de Parscau