22/06/2011

“Bienvenida a Gambier”


Bahía de Mangareva y pueblo de Rikitéa. S.d'Orgeval/Tara Expedition

"Finalmente, he aquí tierras que no son líneas. En la mañana gris, el Monte Duff se yergue penosamente con sus 400 metros. Pero el inmenso circo dibujado por las islas alrededor es más llamativo. ¿Sera un atolón del futuro? (...) Grandes charcos de color verde pálido, una indicación de fondos arenosos, y paquetes de color marrón rojizo, el coral, que destacan, numerosos. Uno pasa por encima o al lado. Nos detenemos en el paso, a los pies del Monte Duff." Victor Segalen, 1903.

La mañana de nuestra aproximación a las islas Gambier no es gris, más bien arco-iris, al punto del amanecer después de una noche estrellada, bajo una luna redonda. El Monte Mokoto, de crestas depuradas, aparece, seguido por Duff, brusco y orgulloso. No parece estar luchando para erguirse tal como Segalen lo describe. Tal vez lo que más impresiona sea la sorpresa de la verticalidad después de tantas llanuras marinas. Y que de pronto el horizonte sea habitado por formas. Y el color verde-denso de estas caras escarpadas, impactante después de un mes de intenso color azul.

Sale el sol y la luz se blanquea mientras estamos progresando en el canal Oeste. A babor, la isla principal, Mangareva. A estribor Taravai.

Tan pronto anclamos todos están ansiosos por desembarcar; Hormigueo en las piernas a la vista de una extensión de tierra superior a los 30 metros, 36 exactamente en lo que a cubierta de Tara se refiere. Rikitea parece un pequeño pueblo: ¿donde entonces viven los 1300 residentes de las Gambier? Al desembarcar en el pontón tenemos dos opciones: a la izquierda hacia la catedral, o a la derecha hacia el otro extremo de la isla. Coloridos techos de lata bordean la calle principal que corre a lo largo de la orilla, y de pronto la isla se eleva hacia las cumbres solamente pobladas de arboles. Una multitud de esencias se despliegan en esos 400 metros.

Rápidamente una parte de la tripulación esta cooptada por el equipo de fútbol de los niños del pueblo. Al pisar tierra, los "Hola" y un saludo con la mano recalcan cualquier encuentro con los lugareños, todos se conocen y se saludan. Los recién llegados tienen además derecho a un tradicional "¡Bienvenida a Gambier!”

"¡Tomen toronjas! ¡Tomen todo! “Nico cultiva un huerto en el camino al lado derecho del pontón. Pocas frutas en esta temporada pero las toronjas se ofrecen a la pizca. Nos volvemos a topar unos con otros: es imposible no cruzarse varias veces, cada quien cargado de toronjas, limones y coco. Las frutas no se venden: ¡se ofrecen o se recogen!

La acogida por los habitantes de Mangareva está a la altura del aislamiento y del encanto de la isla. Nuestra primera visión dista mucho de la impresión del primer europeo en poner pie en esta tierra en 1825:

".. El 29 de diciembre al mediodía, llegamos al grupo de Gambier. Varias de estas islas tenían una apariencia de mayor fertilidad, principalmente la más grande sobre la cual se encuentra el pico que habíamos visto el día anterior, y que el señor Wilson (el primer europeo en "descubrir" y nombrar las Gambier), llamó Mont Duff (...). La primera isla que abordamos tenía al Este una bahía donde el barco podía entrar seguro con casi todos los vientos.

Al llegar a la bahía vimos los indígenas agitando trozos de tela blanca, y escuchamos sus gritos. Tenían casi todos unos palos largos afilados o armados con un hueso. Algunos llevaban trenzas en la cabeza y hojas del plátano cortado en tiras alrededor de la cintura." Frederick W. Beechey, 1825.

Dentro de unos días otra tripulación embarcará en Tara. Nuevo capitán, nuevos marineros, y el equipo de científicos especialistas del coral. Tara estará fondeado frente a Rikitea hasta el 25 de junio, antes de explorar los arrecifes de todo el grupo de islas por casi 15 días. Lego zarpará rumbo a las islas Marquesas, para una llegada a Tahití estimada a mediados de agosto. El verano de Tara transcurrirá en la suavidad del invierno de Polinesia.

Sibylle d'Orgeval