05/08/2013

Rumbo al archipiélago Francisco José


Mar de Kara, antes del archipiélago Francisco José. Anna Deniaud/Tara Expéditions
Dejando el río Yeniséi, Tara se enrumba hacia el archipiélago de Francisco José, unas islas árticas situadas a escasos 900 kilómetros del Polo Norte. Todas velas izadas, en un mar liso libre de hielo, la goleta carga con la imaginación de toda su tripulación hacia la joya del Ártico. Miércoles, se divisan ya los glaciares de una tierra que queremos abordar, tierra que algunos llaman "mini Antártida".
 
"El archipiélago de Francisco José es la joya del Ártico". Christian de Marliave, explorador polar francés le había descrito con entusiasmo el escenario a Vincent Le Pennec, oficial segundo, antes del inicio de Tara Oceans Polar Circle. Ciento noventa y una islas cubiertas por glaciares, una zona de difícil acceso donde sigue dominando la naturaleza.

Anhelamos toparnos con osos polares, morsas, focas y las más de cuarenta especies de aves que pueblan el paraje.  En los años 30, la otrora Unión Soviética prohibió el acceso a esta zona. Se construyeron solamente tres estaciones meteorológicas y dos bases militares. Tal vez esté allí una de las explicaciones al dominio actual de la naturaleza viva. En los años ochenta, sólo medio centenar de científicos y militares invernan, hasta que mas  científicos acudan en verano. Para Sergei Pisarev, Francisco José no es más que una base logística para proyectarse en derivas árticas. Durante diez años, él ha recorrido todos estos lugares, cruzando el paso de Cambridge entre las islas Alexandra y George.

Sergei recuerda también haber sobrevolado en helicóptero un campo sembrado de piedras redondas increíbles. "Vi las piedras en forma de bola parcialmente cubiertas de nieve. Unos años más tarde, vi una foto de Victor Boyarsky*; Él  está al lado de una de estas bolas de piedra de formas muy regulares, por lo menos tres metros de altura". El origen de estas piedras naturales sigue siendo tema de estudio de los geólogos.
El  descubrimiento de este territorio polar remonta a 1873, a la expedición austro-húngara Tegetthoff dirigida por Julius Payer y Carl Weyprecht. Luego, el archipiélago se convierte en un vasto espacio de caza veraniega. También es un refugio para Nansen, el científico noruego que dirige la deriva en el Ártico a bordo del Fram, invernando en Francisco José después de su fallido intento de conquista del Polo Norte.

Hoy en día, la isla sigue siendo un lugar de paso para el turismo de aventura. Tres rompehielos nucleares rusos depositan aquí cada año más de trescientos visitantes. Son turistas privilegiados, dispuestos a pagar más de 25.000 dólares por diez días en el Ártico, pisando el archipiélago antes de ser trasladados en helicóptero al polo.
En paralelo al desarrollo controlado del turismo en el archipiélago, en 1994, las autoridades rusas han creado un parque natural protegido de 42,000 km² que abarca las islas y sus aguas.
Sólo hace falta borrar los rastros de las actividades militares pasadas, y más que todo, educar los nuevos aventureros en torno a la fragilidad del ecosistema polar.
La joya del Ártico no debe dejar de brillar. Por nuestra parte, cumpliremos con este propósito.


Anna Deniaud Garcia

* Victor Boyarsky: Director del Museo del Ártico en San Petersburgo, compañero de viaje de Jean-Louis Etienne durante la travesía de la Antártida.
Bibliografía:
“Franz Josef land”, by Susan Barr.
“El gran desfile de los polos” por Bertrand Imbert y Claude Lorius.
“Practical dictionary of Siberia and the North”.