16/02/2011

Breve escala en Castro


© V.Hilaire/Tara Expéditions

16-02-2011
Después de salir de la caleta Tic Toc y de una navegación de 80 millas a motor, hemos llegado hoy en Castro, en la isla de Chiloé, Chile.
El contraste con los días anteriores es increíble: nos parece haber vuelto a encontrar la civilización y haber dejado el Gran Sur. La señal llega otra vez a los celulares.
Justo antes de entrar en el canal que nos llevo a Castro, vimos barcos de pesca haciendo las veces de ferry entre las islas Quehui y Lemuy. Una de estas embarcaciones hasta vacas cargaba de una ribera a otra. La sensación de viaje y descubrimiento se prorrogaba entonces otro tanto.
En las laderas de las lomas que forman estas riberas, hay casas, esparcidas al principio, y cada vez mas apiñadas hasta formar el tejido de la ciudad de Castro. "Parece que estamos subiendo  el Támesis", me decía Etienne Bourgois. Es cierto que este lugar es muy verde en comparación con lo que hemos visto en los últimos días; en el paisaje alternan bosques y pastizales. Semejanzas con el Rance o el Vilaine, en Bretaña. En todo caso, un parecido con tierras celticas.
Este verde no es una casualidad. Aquí llueve mucho, tal como me lo explicara más tarde una lugareña en un mercado casero de Castro. "A veces hay sol, pero sobre todo es lluvia” Dicen que entre 6 y 11 metros promedio por año. Castro es una ciudad de unos miles de habitantes que exude un ambiente de objeto del pasado; “Antiguo pero no viejo” me dirá una risueña comerciante deseosa de  que yo guarde una imagen positiva de su ciudad. Es comprensible: este pueblo pobre comienza a recibir un poco de turismo. Paseando por las calles, al ver la condición de los hogares, los comercios, los productos a la venta, uno entiende que la población es todo salvo acomodada.
Entre los edificios notables apercibidos desde nuestro anclaje, en esta ciudad construida en una colina sobre el mar, la iglesia de Castro. Está clasificada al Patrimonio Mundial de la Humanidad, al igual que la mayoría de las iglesias de la isla de Chiloé. Todo el revestimiento exterior del edificio es de lata; uno llega a sentir que los dos campanarios son una engañifa, mientras el interior es de madera, una madera cálida, tal vez de cedro. Muchas personas, turistas y habitantes de Castro estaban allí esta tarde, en un edificio donde se siente una calma y un recogimiento contagiosos.
Saldremos de nuestro anclaje frente a Castro mañana a eso de las 2 de la mañana. Luego empujaremos un poco más al norte para llegar por la tarde en el Golfo de Ancud, a Puerto Montt,  final de este tramo de transición. Otro brinco de 80 millas. Seis científicos están por llegar en los próximos días a Puerto Montt. Etienne Bourgois, Eric Karsenti, nuestros dos codirectores, y los invitados de este tamo nos dejaran;  no habrá cambio en los tripulantes marineros.
Guiño del día: acabo de pasar la marca de mis 12 mil millas desde mi embarque en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, hace casi seis meses; ¡y no termina todavía!
Vincent Hilaire