Tara en Arctic Bay, Nunavut. F.Aurat/Tara Expéditions
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La noche del
martes, justo después de llegar, somos testigos de una aurora boreal de una magnitud nunca vista en 14
años por los residentes de Arctic Bay, una aldea de casas de madera alineadas, protegida
por una hermosa cadena de montañas en el fondo de una profunda bahía.
Ponemos un pie en
la calle principal: la bienvenida es amena, con saludos de la mano, pero no tiene
que ver con Tuktoyaktuk. Tenemos la impresión de estar en un limbo atemporal.
No estamos percibiendo la misma atención o curiosidad. Los pocos lugareños que encontramos en nuestra caminata de
descubrimiento solo se acercan para vendernos algo, pescado o marfil de morsa.
En un primer
momento, nuestras explicaciones y preguntas no parecen despertar interés alguno en nuestros escasos interlocutores. Pero después de nuestra
visita al Hamlet Office, la alcaldía, la gente entiende que nos somos turistas
y que no vinimos a cazar osos.
Luego de
estirar las piernas, llegamos a la escuela donde exponemos el propósito
científico de Tara Oceans Polar Circle. Frente a los alumnos y sus profesores, Emmanuel
Boss detalla nuestros objetivos y las razones de nuestra presencia aquí. En la
tranquilidad de esta bahía Inuit donde se sigue cazando oso y foca, unos
descubren entonces la existencia del plancton, al origen de nuestras vidas.
Tras un día y
medio de escala, zarpamos este jueves rumbo a Pond Inlet, a 200 millas, con un
programa de tres estaciones científicas de por medio.
Vincent Hilaire