16/10/2013

Llegada a Ilulissat



Tara al muelle en Ilulissat. F.Aurat/Tara Expéditions
Nos encontramos en la costa oeste de Groenlandia, rumbo al pueblo de  Ilulissat, cruzando la bahía de Disko clasificada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Clima luminoso estable,  viento  suave, nuestros sistemas nos dan una hora de llegada prevista a las 19h, justo después del anochecer, con el plazo suficiente para llevar a cabo una estación de muestreo antes del almuerzo.

La tripulación se dedica a sus tareas usuales, mensajes de correo electrónico con el laboratorio o la oficina, análisis de datos, preparación de comidas, reposo, mantenimiento del barco y de los dispositivos. Tara sigue su curso bajo un sol brillante, en medio de majestuosos y enormes icebergs erguidos en un mar liso como espejo. A eso de las 18:00, una hora antes de la llegada prevista, nos topamos con los primeros growlers  y unas zonas de hielo lo suficientemente densas como para retrasarnos. El glaciar Jakobson cumple sus promesas, él da a luz tanto hielo que el mar está invadido hasta lejos de las costas.

En muy poco tiempo, todos nos reunimos en cubierta, atentos a los primeros cubos de hielo que le hacen cosquillas al casco y hasta lo sacuden. Cae la noche, sale una luna casi llena, estamos a 5 millas del pueblo, divisamos sus luces. Estamos zigzagueando a velocidad reducida. Debemos colocar un hombre con proyector en proa para ver y evitar los hielos más grandes, a veces tan altos como la cubierta de Tara.

Loïc Vallette está al timón. Cada cien metros recorridos son una victoria sobre la duda que nos invade, duda de que Tara vaya a lograr abrirse un paso y luego encontrar un espacio de 40 metros para atracar en este pequeño puerto lleno de barcos de pesca.

Avanzamos, la luna está con nosotros, el agua es como un espejo y las siluetas de los hielos pueblan la noche oscura. Es magnífico, lunar, con tonos que van del gris claro al gris oscuro. La masa helada del glaciar hace caer el termómetro de 5° C, la atmósfera cambia y un cierto misterio envuelve a Tara. Finalmente vemos una alineación, luego otra, y aquí estamos en la entrada del puerto. Hielo picado por doquier, ya no distinguimos el mar líquido, nos estamos moviendo y una aurora boreal comienza a bailar en el cielo mientras atracamos. La palabra “mágicos” es demasiado débil para describir esos momentos.

Son las 21:00, nos ha tomado dos horas recorrer las últimas cinco millas, estamos amarrados al muelle, la cena preparada por nuestra chef Dominique está lista. La tripulación se acerca a la mesa  en el calor de Tara, todavía conmovida por la magia que nos envuelve. Eso es también el Ártico.

Este momento es aún más especial para mí que acabo de perder un ser querido en esta misma mañana del martes 15 de octubre.

Romain Troublé, secretario general de Tara Expéditions