Desfile del 14 de julio. S.d'Orgeval/Tara Expeditions
El nuevo equipo científico tomó el relevo. Como de costumbre en cada rotación, se procede a una gran limpieza general en vez de la limpieza diaria realizada por un equipo de turno. Cada parte del barco está asignada a un grupo que friega desde el suelo hasta el techo. Se lavan sabanas y demás telas de cama. Vincent Le Pennec, marinero, está a cargo de distribuir las cabinas y asignar las tareas, combinando en cada equipo un marinero y un científico de tal forma que se mezclen las culturas y que cada equipo pueda asumir las tareas de las misiones científicas. Somos solamente 12 a bordo, ¡un lujo en Tara que cuenta con siete cabinas de 2 literas!
Tara está amarrado al muelle y los habitantes de Rikitea se han acostumbrado a la vista de sus dos grandes mástiles. Los niños siguen paseando alrededor en bicicleta, procurando subir a bordo por tercera o cuarta vez. Las visitas son menos frecuentes que en nuestras primeras estancias aquí pero siguen apareciendo caras nuevas. Son "puertas abiertas" cuando Tara esta en el muelle y siempre le ofrecemos una visita a los curiosos.
No hay descanso para los “novatos”: su llegada coincide con la fiesta tradicional nacional de Heiva y las celebraciones de julio. Una oportunidad para diversos eventos deportivos y, especialmente, un concurso de baile entre los dos grupos de la isla. Dany, el coreógrafo de uno de los grupos, contrata sin reparo el nuevo jefe científico, Emmanuel Reynaud, y Julien Girardot, el cocinero, para desfilar con su grupo antes del saludo a la bandera. Honor insigne, Emmanuel y Julien encabezan el desfile cargando una canoa sobre sus hombros, el trono de miss Rikitea electa dos días atrás.
Mientras tanto, en la sala de máquinas de Tara la atmósfera dista de ser de fiesta: Francois Noel, el jefe mecánico, de rodillas en el antro, le echa pestes al agua que aparece en el aceite del motor. ¿Dónde está la fuga? Única solución: actuar metódicamente, desarmar las ocho culatas para comprobar si la fisura de una pudiera ser responsable. No se puede dilatar el zarpe hacia las Marquesas: nos están esperando y tenemos una estación larga de muestreo prevista en el camino.
El sábado en la madrugada resuena nuestra sirena de niebla en el puerto. Tara deja las islas Gambier. Casi un mes desde nuestra llegada en un alba como hoy, con un cielo rojo y una luna casi redonda lenta para ponerse.
Los recuerdos de la isla Mangareva permanecerán vivos a bordo por mucho tiempo. Casi hemos adoptado su acento encantador, un canto que hace rodar un poco las "r", nos habitan todavía el ritmo de los tambores y las permanentes sonrisas de todas las personas conocidas. No habrá amenaza de escorbuto a bordo: las bodegas están llenas de pomelos, regalados a plenas carretillas antes de la salida. ¡Gracias a las Islas Gambier y a todos sus habitantes!
Enrumbamos hacia nuestra siguiente estación científica, los vientos alisios empujan Tara que adopta un ritmo de crucero entre 8 y 9 nudos. En menos de una semana: las Islas Marquesas.
Sibylle d'Orgeval