Tara en la bahía de Hanaiapa - Hiva Oa. J. Girardot /Tara Expeditions
Tara pasó el fin de semana en el puerto de Taiohae, capital de las Marquesas, en la isla principal del grupo Norte del archipiélago, Nuku Hiva. Como se habían programado con la alcaldía de la ciudad unas visitas del barco, hemos atracado al muelle. Pero el oleaje del Sureste entraba en la bahía y hacia poco confortable la posición de Tara amarrado a la tierra. El permanente crujido de las amarras tensas, maltratadas por la resaca, no era un buen augurio. Así que después de la proyección de la película y de las visitas, nos dirigimos hacia Hatiheu en la costa norte, para conseguir un fondeadero protegido.
Deborah Kimitete, consejero del alcalde, nos ha recomendado con insistencia reunirnos con Yvonne Katupa, alcalde de la pequeña población; Y descubrir con ella el sitio donde trabajan los arqueólogos Pierre y Marie-Noëlle Ottino.
El valle de Hatiheu
En medio de un denso bosque, un majestuoso baniano indica el "meae", el lugar de culto de los tiempos pre-cristianos. Estamos descubriendo por fin los vestigios de los cuales los habitantes de las islas Gambier nos han hablado. Usaban el pasado, frente a dibujos de antaño. Aquí en las islas Marquesas, las piedras están de pie, han resistido la labor de los misioneros. El paciente trabajo de arqueólogos apasionados, ayudados por jóvenes de la isla y el apoyo incondicional de Yvonne, ha permitido restaurar el lugar, recoger objetos y abrir un pequeño museo; "Sólo una sala patrimonial" corrige modestamente Pierre. Sin embargo, el diseño del lugar, la exactitud de los paneles de exposición, la calidad de los objetos y el saber de nuestros guías, no le envidian nada a una figura de mayor prestigio.
Yvonne, la verdadera madre del valle, lucha constantemente para protegerlo. “¡Me negué a que asfalten la carretera! ¿Cuál es el punto? Si se trata de tener más turismo, en todo caso no tenemos la capacidad de alojamiento para hacerle frente” bromea. Ella maneja una tienda de abarrotes y una pensión, pero no aceptaría imaginar hoteles en su pequeña bahía. "De todas formas los turistas buscan lo mismo que nosotros: una hermosa naturaleza, la vida tranquila y tradicional, así que no debemos querer recibir demasiada gente".
"Más bien debemos seguir en sintonía con la naturaleza y aprender a protegernos de otras amenazas como lo hicieron los antepasados, contra los tsunami, por ejemplo...". Yvonne recuerda perfectamente el 1ero de abril 1946 cuando jugaba en la playa con los niños del pueblo. Una primera ola un poco más fuerte que las otras alertó por suerte a los niños: en seguida corrieron a buscar refugio en las lomas antes de que las olas siguientes arrebaten todo violentamente."Muchos pobladores estaban trabajando en la plantación de cocos y cuando se les grito que un tsunami estaba barriendo con todo, ¡no lo podían creer, pensaron en una broma!” Ella sazona su frase, como todas otras, con una risita feliz. Ella regresa de la iglesia donde la misa del domingo no atrae multitudes: las celebraciones de julio distraen muchos feligreses. Se acaban de acostar en el momento en que la misa inicia.
Yvonne es creyente pero también lucha para restaurar los “meae” tradicionales de sus antepasados. Ella recuerda la prohibición del idioma de Mangareva en las escuelas. Cuando una alumna pronunciaba una palabra en la lengua de Mangareva, las monjas le daban una concha. Esta pasaba de mano en mano en la clase, para culpar la que había “fallido”. Al final del día, se castigaba a la que tenia la concha en mano. Al igual que en las Islas Gambier, nos sorprendemos al ver tanto respeto de los polinesios por aquellos que han diezmado su cultura.
A bordo de Tara, cuatro nuevos compañeros acaban de sumarse a la tripulación. Pierre Testor, Fabrizio d’Ortenzo, Steffi Kaendels y Fabrice Not, el nuevo científico en jefe. ¡Estamos ahora 16 a bordo! La misión programada hasta Tahití promete ser muy densa, en todos los sentidos de la palabra.
Sibylle d'Orgeval