19/12/2011

El mundo perdido


Llegada a Isla del Coco.Y. Chavance/Tara Expeditions

Sobre todo, no dejarse llevar. Es el lema de los últimos días en Tara. Después de la decepción en Clipperton unos diez días atrás, el anuncio de una posible vista cercana a la Isla del Coco, otra mítica isla del Pacífico Norte, podría crear falsas esperanzas. Ayer, la decisión de programar una última estación antes de Panamá estuvo a punto de dar al traste con un acercamiento a la isla. Pero por la mañana de este domingo, la tripulación recibe un bello regalo de Navidad con unos días de antelación.

¡Isla del Coco! Son las palabras del despertar al amanecer. El sol no ha salido todavía pero todos están ya en cubierta, descubriendo una difusa silueta. No obstante sus reducidos 24 km2 la isla luce impresionante. Un escenario de película: Cantiles abruptos, como fuera de alcance, cubiertos de una espesa jungla de la cual brotan numerosas cascadas que caen al mar con estruendo. En este mundo perdido, uno tiende a imaginar un pterodáctilo olvidado o un gigantesco gorila. Tara zigzaguea entre numerosos islotes rocosos poblados de aves, un paisaje grandioso. Loïc se afana contactando las autoridades en tierra para pedir permiso de anclar unas cuantas horas.

De repente la radio nos contesta en español; Francisco funge de traductor. Las autoridades costarricenses desean saber más acerca de este barco en sus aguas: aunque situada a unos 500 km de sus costas, la isla pertenece a Costa Rica. Después de una larga explicación, Tara pone sus motores en neutro y espera una hora la llegada de los oficiales. Finalmente un pequeño zodiac nos aborda y sube un impresionante barbudo con pinta de revolucionario suramericano. A pesar de la barrera del idioma y gracias a la traducción de Francisco, el dialogo se torna rápidamente muy relajado. El funcionario se ira de Tara con libros, periódicos y otros recuerdos de la expedición, mientras se nos da la autorización de pasar unas horas en la isla.

En pocos minutos, el primer zodiac se llena de visitantes impacientes. ¡Tres semanas! Tres semanas sin pisar suelo firme, tres semanas sin sentir un piso inmóvil. Es por ende fácil entender la alegría cuando el zodiac aborda una pequeña playa frente a algunas barracas del Parque Natural, las huellas visibles del hombre en la isla. A los pies de una cascada, un pequeño sendero invita a la exploración. Un grupo se lanza al ascenso de una de las cumbres. La más alta se eleva a más de 600 m en un entorno de selva tropical, en pleno océano.

En este escenario tan particular algunos reviven las aventuras de piratas de su infancia. Se dice que Stevenson se inspiro del lugar para su libro "La isla del tesoro". Es incluso este apodo de la isla durante años el que estuvo a punto de acabar con ella: nutridos de las leyendas de piratas, bucaneros y corsarios que esconden sus botines en la Isla del Coco, cientos de cazadores de tesoros han escarbado la isla por años, destruyendo poco a poco el frágil ecosistema. La creación del parque en 1978 y el título de "patrimonio mundial de la Humanidad" otorgado por la UNESCO en 1997, han afortunadamente permitido rescatar la increíble biodiversidad de la isla. En esta jungla aislada del continente, la tasa de endemismo es muy alta: numerosas especies que existen solamente aquí. Isla del Coco se ha convertido en un lugar singular de estudio biodiversidad. En tierra y en el agua. Los jardines de coral que rodean la isla son ahora considerados como unos de los lugares de buceo más famosos, sobre todo para ver las especies más impresionantes: tiburones martillo, mantarrayas, tiburones ballena, y hasta orcas y ballenas jorobada mar afuera.

Este domingo, por falta de tiempo y equipo, la tripulación se limita a nadar cerca de la playa con visor y tuba. Atenta y alerta, ya que los guardianes del parque nos han explicado que los tiburones suelen abundar por aquí. Loïc lo certifica en vivo, cara a cara con un escualo en pocos metros de profundidad. Este breve chapuzón sube el ánimo de todos antes de volver por unos días más al mar abierto antes de Panamá. Al visitar la Isla del Coco, Jacques Cousteau la llamó "la isla más bella del mundo". Este domingo, nadie en Tara diría lo contrario.

Yann Chavance