30/06/2011

Las islas Gambier: en el corazón de un mundo


Islas Gambier. Vista de Taravai, desde Monte Duff. S.d'Orgeval/Tara Expéditions

Focus.

Pisar una isla genera a menudo la impresión de aterrizar en un mundo aparte. Llegar a las Islas Gambier y entrar en esta laguna con 14 islas en medio del Pacífico empuja aun más lejos, si eso fuera posible. En un rayo de 1000 km alrededor del archipiélago, no hay nadie. Tahiti queda a 1600 km, las Islas Marquesas a 1500, y la Isla de Pascua a 3000 km.

Aproximadamente 1300 almas viven en las 4 islas principales: Taravai, Akamaru, Aukena, Magareva, donde la mayoría de la población se concentra en el pueblo de Rikitea.

La historia más antigua del archipiélago es mal conocida. Sin escritos y con pocos restos arqueológicos, la cultura de Mangareva está sobre todo descrita por los descubridores Wilson y Beechey, y los misioneros Laval y Caret. Más recientemente la recopilación de algunas leyendas y de unos testimonios de ancianos aporta una mirada “polinesiana” sobre la historia.

Después del descubrimiento de la isla a principios de siglo 18, es la llegada en 1834 de los misioneros Honoré Laval y François Caret, religioso de la congregación de los Sagrados Corazones, que marca realmente el inicio de la expansión del catolicismo en toda la Polinesia y un punto de inflexión de la vida del archipiélago.

Los textos oficiales de la iglesia elogian el trabajo de estos religiosos: el padre Laval hubiera salvado al pueblo de Mangareva de la ignorancia y la barbarie. El mismo relata: "Antes, nuestros isleños se levantaban a eso de las tres de la mañana; Comían, caminaban en el aire fresco hasta las once y volvían a dormir hasta las cuatro de la tarde; Se levantaban para cenar y pasaban la velada vagando por allí hasta la medianoche, a condición de que la luna alumbrara inmediatamente después del día. Cuando no, volvían a dormir después de la cena hasta que salga la luna (...). Era una vida meramente animal. Hoy en día, se levantan al amanecer, recitan sus oraciones, comen su popoi (plato), asisten a misa y a clase, y se ponen a trabajar."

Sin embargo, otros muchos testimonios relatan otra versión de la historia y las cifras hablan por sí mismas. Cuando llega Laval, 5000 nativos de Mangareva habitan las islas; Cuando él se va, 37 años más tarde, son menos de 600. Sin duda afectados por enfermedades importadas y también, según numerosos historiadores, por los métodos coercitivos de evangelización, los nativos de Mangareva mueren o huyen del archipiélago.

El "Informe de comisario imperial La Ronciére " también ofrece una visión poco angélica de la presencia de Laval: "... Estos misioneros son comerciantes... no puede ser en el nombre de la civilización que los hombres son flagelados, que se afeita la cabeza de las mujeres, etc." Mencionando Laval: " El está a favor de medios violentos, los azotes infligidos lo prueban. Un día en la iglesia, vestido con sus atuendos sacerdotales, le dio un golpe a un joven por que le había visto sonreír...".

Al parecer "Construir para mejor destruir" fue un credo diabólicamente eficaz implementado por los religiosos. Se levantaron iglesias y capillas sobre los antiguos templos de las deidades, los "marae", utilizando sus piedras para evitar un retorno a las viejas prácticas. Desde aquel tiempo la cultura de Mangareva esta impregnada por el catolicismo: estas piezas de arquitectura son únicas en Polinesia, son lugares de culto todavía vivos y son parte del patrimonio cultural de la isla.

La Catedral St Michel de Rikitea está en refección desde 2010, reabrirá sus puertas en diciembre 2011. Mientras, los habitantes celebran la misa en el polideportivo del pueblo. Edificio registrado como monumento histórico, la catedral parece excesiva en tal lugar: 48 metros de largo, 18 metros de ancho, dos campanarios que le dan una pinta de Notre-Dame, construida para albergar 1000 fieles, el doble de la población del archipiélago a la salida de Laval.

A finales del siglo 20, la población vuelve a aumentar con el auge de la cultura de la perla. Más de un centenar de pequeñas granjas esparcidas en la laguna sustentan ahora la mayoría de la población de Mangareva. La agricultura, menos rentable, - sobre todo después de la salida de los militares franceses muy implantados en la zona cuando los ensayos nucleares-, está en casi abandono. 90% de lo que se consume en la isla actualmente se importa de Tahití por barco.

El diesel también traído por barco es esencial para la vida de Rikitea: una planta de energía térmica genera la electricidad del pueblo, y el preciado liquido alimenta los vehículos, pick-up y scooteres, que permiten a los residentes viajar por la isla; En particular ir a la costa norte por la carretera que sube y pasa al pie del Monte Duff donde pocos se aventuran en bicicleta. En esa otra vertiente de la isla no hay electricidad del municipio: cada quien se las arregla, con paneles solares o generadores.

La llegada de un barco es un evento que moviliza Rikitea. Todos acuden a recibir pedidos, intentan comprar lo que sobra. Nosotros también estaremos mañana en el muelle para completar nuestro avituallamiento.

Sibylle d'Orgeval