S.d’Orgeval/Tara Expeditions
En estos últimos días, el mar cobró formas montañosas, las olas crecían a medida que arreciaba el viento. Alrededor del casco de Tara la espuma blanca de la crestas se parecía a la corana de nieve de unas cumbres.
Más nos acercamos a la isla, más despejado el cielo; Estamos saliendo de la zona de turbulencia, y volvemos a encontrar la horizontalidad del mar.
Henderson encaja perfectamente con la postal de una isla desierta: una playa de arena blanca bordeada por una hilera de palos de coco en fachada de una frondosa jungla. Intentamos una incursión hacia la cumbre para estirar las piernas y sobre todo nadar un poco en las aguas transparentes.
Cerca de la orilla, con visor y tuba, Sophie y yo empezamos a rastrear peces. Chapoteamos con inocencia. Señal del índice con el pulgar, todo bien. Le contesto de una señal hacia delante: “seguimos recto”. De repente levantamos la cabeza y frente a nosotros, dos pequeños ojos muy separados, un grande cuerpo gris, dos aletas y una dorsal: ¡un tiburón!
Habíamos visto unos mar afuera cerca del barco, pero a unos metros de la orilla, eso no lo habíamos pensado. Media-vuelta en estado de pánico, pensando rápidamente: "sobre todo no entrar en pánico, eso los atrae". Sophie, incluso, se olvida de dar la vuelta y comienza una retira en reversa, hacia atrás. El gran gris no manifiesta interés en comernos, solamente nos intima de salir rápido de sus aguas. Valientes, un poco, pero para nada temerarias, corremos fuera del agua para refugiarnos sobre nuestras toallas. Y decidir que en adelante nos dedicaremos calmadamente a recoger conchas y jugar con un cangrejo ermitaño pacífico.
Loic, Celine, Hiro, mucho más atrevidos, se tiran a su vez en el agua. Los tiburones, que son varios, no son tan feroces y se mantienen a distancia. François también se aventura hasta que un gran gris, -¿el mismo?-, se tire rápido de la misma forma hacia él, mirándolo derecho a los ojos. . François entiende el mismo mensaje. Se obedece sin vacilar a tales órdenes.
Concluimos nuestro encuentro con los tiburones observándoles dando vueltas alrededor de nuestras líneas de pesca, “a salvo” a bordo de Tara. La escala será corta; A finales de la tarde salimos en dirección del punto de la estación programada para el día de mañana, al amanecer.
Sibylle d'Orgeval