© Francis Latreille/Tara expéditions
11-02-2011
Después de pasar un nuevo arroyo de agua lechosa verde, dos delfines de Peale’s vinieron a jugar en la proa. Con regularidad almacenaban aire a la superficie, como nadadores de pecho. Estas aguas son poco saladas, alimentadas por glaciares que se derriten arriba de estas catedrales de piedra caliza; Significa que estos mamíferos son capaces de vivir en un agua semejante al agua de ríos, al igual que otros delfines en otros lugares del planeta, en el río Amazonas por ejemplo.
Al doblar unas dos puntas más, el glaciar Seno Iceberg nos desveló toda su majestuosidad. Imponente, irisado de pequeños conos blancos congelados, de un azul casi turquesa a ratos. Al igual que los icebergs que hemos observado en Antartic Sound semanas atrás. Periódicamente, el mugía, crujía, rugía, casi tronaba; Una sensación amplificada por el silencio del lugar.
Con Etienne Bourgois, codirector de la misión Tara Oceans, hemos desembarcado al pie de este gigante en una morrena. "Parece un paisaje lunar", me dijo. Caminamos sobre fragmentos y entre bloques gigantes de piedra calcaría esculpida, digeridos por el glaciar cuando sin duda cubría todavía esta parte de la bahía. Porque si nos fijamos en los mapas marinos que tenemos, el glaciar ha retrocedido cientos de metros, dejando estos residuos más o menos digeridos. Esta es una piedra calcaría gris moteada de negro, como la que se ve en varias regiones de Francia, en Bretaña por ejemplo.
De crestas en valles, hemos progresado en este terreno accidentado. Por encima de nosotros, el gigante se había derrumbado en algunos lugares. Tara había llegado a unos pocos cientos de metros de esta obra que sólo la naturaleza puede crear. La goleta parecía fundirse completamente en este entorno, como si fuera parte de él, más que nosotros los humanos. Sus dos mástiles con cabezas color naranja fluo se deslizaban sobre las formas azules y blancas, sin alterar su belleza. Todo lo contrario. Parecía conjugarse con el hielo en un todo.
Hemos vuelto a bordo luego con el neumático, el corazón ligero, aliviados por aquel momento de pureza, belleza, de grandeza, donde nada parece difícil ni complicado. Nos sentíamos colmados.
Esta noche estamos saliendo lentamente de los canales de Patagonia; Pasado mañana atacaremos el Golfo de Penas, antes de la península de Chiloé. Nos queda todavía una semana y cerca de 500 millas que recorrer a bordo de la máquina de sueños. Antes de llegar a Puerto Montt.
Vincent Hilaire