© Francis Latreille/Tara expéditions
08-02-2011
Hermoso encuentro este martes por la tarde, rumbo al Canal de Messier y Puerto Edén. Nos hemos topado con tres barcos de pesca chilenos oriundos de Puerto Natales, mientras progresábamos en el canal Wild cerca de Isla Saumarez.
Ellos pescan mariscos locales. Estos hombres un poco demacrados, sin afeitar y vestido con harapos, pasan quince días mar afuera en lanchas frágiles, en condiciones espartanas. Pescan crustáceos buceando a 30 metros de profundidad, con un narguile casero alimentado por un compresor en el bote. Tras una semana de pesca, un barco más pesado recoge la cosecha subacuática de estos buzos de otra época. No se precisa indagar mucho más para dar cuenta de su pobreza y desamparo.
Intercambié un poco de español con ellos, preguntándoles si tenían pescado fresco. (Hélène, nuestra “chef” hubiera mejorado con gusto sus reservas para prepararnos otros platos.) Sus respuestas fueron breves, con un acento a veces incomprensible para mí. Uno siente la fatiga en estos hombres, pero al mismo tiempo, su amor por este oficio de vagabundos de los canales. Discretas sonrisas, sin gran efusión, y para nosotros una sensación de ser extraterrestres desembarcando en su mundo. Ellos habían puesto sus coloridos botes a flanco de Tara. Aun sin pescado, les hemos regalado unas botellas de vino. Magia de una reunión poco probable, que no tenía razón de ser, salvo por ocurrir en estos canales.
Este martes, fuera de este breve pero interesante encuentro, hemos dejado los 50 rugientes. Desde nuestra salida de Puerto Williams (extremo sur de Chile) el 3 de febrero, hemos recorrido 500 millas a través de este laberinto que son los canales de la Patagonia. Es a veces sorprendente navegar en medio de trechos y codos hechos de piedra calcaría basáltica o granítica. Dominada por glaciares o bosques de hayas, arbustos esculpidos por los vientos del oeste, la Patagonia es un mundo per se, y también una trampa para barcos. Lo atestiguan los pecios de botes encontrados a la vuelta de un codo. Un país hostil que parece insondable. Una galería al aire libre.
Normalmente, estaremos atacando el miércoles tarde en Puerto Edén. Y luego, alrededor del 17 de febrero, estaremos en Puerto Montt, final de esta etapa de transición, antes de llegar a Valparaíso diez días más tarde.
De estos parajes aislados y muy desolados que estamos cruzando ahora, nos quedara una sensación de inmensidad, de soledad y humildad. La Patagonia es uno de estos últimos espacios que siempre seguirán siendo salvajes. Los canales de Patagonia seguirán perteneciendo a nadie.
Vincent Hilaire