Anclaje frente a Sainte Barbe, Canadá.V. Hilaire/Tara Expéditions |
Con velas, sin
motor, el sonido del agua fluye a lo largo del casco. Los movimientos de la
goleta son suaves. Martin acertó al esperar esta mañana que el viento amaine,
gire, y que el mar se calme. Una buena brisa del Norte nos empuja. El tiempo es
espléndido, el sol, el viento por el través, la estela se estira en largos arabescos
blancos.
Todo el mundo
está feliz de volver a la navegación rumbo a Quebec. La impaciencia se hacía palpable
mientras se subía el ancla. Ahora, es pura felicidad, marchamos sin esfuerzo a 9 nudos. Este barco es de una versatilidad
increíble, un día oceanógrafo, y el otro, fino velero en un viento de 20 nudos.
Como es habitual
en Tara, la calma interior permite trabajar en la computadora, leer o soñar. Me
estoy metiendo en el libro de Bernard Buigues, en su aventura con los mamuts
siberianos. Yo sabía de sus habilidades diplomáticas, no conocía su talento
como escritor.
El sol baña la
sala-comedor, está haciendo un calor tropical. Tara es un barco polar. Sin
calefacción, con esta burbuja de plexiglás, adentro hay 20°C más que afuera.
El día promete
ser tranquilo, arrullado por el mar que se está formando. Más de 600 millas nos
separan de Quebec pero tenemos una semana para llegar.
Jean Collet