02/01/2012

Dos estaciones, dos equipos


Nuevo equipo en estación. Y. Chavance/Tara Expéditions

Nuevo año, nuevo océano, nuevo leg, nuevo equipo: un mismo objetivo. Para los siete científicos recién embarcados, el Canal de Panamá ha sido un perfecto traspaso de relevo entre los dos equipos: la primera estación de este nuevo leg se parece por completo a la última del leg anterior.

Justo antes de entrar en aguas panameñas, Gabriele Procaccini, el jefe científico, y su equipo habían obtenido los permisos de muestrear la entrada del canal, lado Pacifico. Una semana después, el equipo dirigido por Emmanuel Boss, el jefe científico de este leg, lanza una estación de muestreo en la salida del canal al Atlántico. "Queremos comparar la distribución y diversidad de organismos en cada lado, explica Emmanuel, profesor de oceanografía en la Universidad de Maine. Cuando el estrecho de Panamá se cerró, hace poco tiempo a la escala de la historia de la Tierra, dos poblaciones de organismos similares han sido separadas, cada una en un océano distinto. Es interesante analizar cómo estas poblaciones han evolucionado desde entonces, de un punto de vista genético y en términos de diversidad".

Para este científico franco-israelí, la posición estratégica de estas dos estaciones también puede ofrecer otras lecciones: el Canal de Panamá, de apenas un siglo de edad, ha abierto artificialmente el istmo. "Los barcos traspasan y sueltan agua de un lado a otro, sin hablar de las especies que se adhieren a los cascos en la travesía. Eso puede influir en la distribución de las especies en cada lado".

Para responder esta incógnita, habrá de esperar los estudios genéticos que se harán en tierra, a partir de las muestras de estas dos estaciones. Por el momento, el nuevo equipo sigue con el trabajo de sus predecesores, al iniciar su primera estación sin problemas.

Entre los recién llegados, algunos son veteranos de Tara. Marc, quien labora con Sarah en la roseta, capitaliza nueve meses a bordo. Lucía, quien sustituye Noan en el manejo de los filtros, vive su tercer leg. Gabriella toma posesión del laboratorio seco. Ellos aportan su amplia experiencia en la conducción de las estaciones a los que embarcan por primera vez. Una articulación exitosa entre los dos equipos. En el laboratorio húmedo, el biólogo Francisco, un catalán de Barcelona, deja su lugar a una compatriota, Beatriz. Halldor, del EMBL, y Olivier, del Genoscope, están en todos frentes para echar una mano. Vincent es el único marinero nuevo, después del desembarque de Baptiste. Los gestos se hacen rápidamente automáticos y este nuevo equipo realiza su primera estación en un tiempo récord.

Los Robinson del Año Nuevo

La noche del 31 de diciembre de 2011, Tara traza su ruta en un Atlántico movido que nos cambia del llano Pacífico norte de las semanas anteriores. En el comedor, la celebración del año nuevo se parece bastante a cualquiera en tierra firme: un enorme pavo con castañas sale del horno para saciar el estómago de los quince tripulantes. Circulan las cajas de chocolate procedentes de todo el mundo, traídas por los recién llegados. Los platos que se deslizan sobre la mesa al ritmo del balanceo del barco nos recuerdan que estamos en mar abierto. Esperando la medianoche, juegos, risas, canciones y danza son oportunidades de crear vínculos. Mientras tanto, Tara sigue su ruta a toda vela, empujado por un viento sostenido. Estamos adelantados en relación al programa de este inicio de etapa.

Estas pocas horas de adelanto incitan Loïc a ofrecernos una breve escala el día siguiente, para disfrutar este domingo especial antes del trabajo duro porvenir. Nuestra ruta topa casualmente con un archipiélago de pequeñas islas desiertas frente a la costa de Honduras: el arrecife de la Media Luna nos aparece a principios de la tarde. Tara maniobra entre islotes y arrecifes para anclar frente a una de las islas, nombrada Savanna, casi el mismo nombre que el destino de este leg, el puerto de Savannah en Georgia.

Nos esperan unas cuantas decenas de metros de tierra rodeada por aguas color turquesa. Desembarcamos en una pequeña playa dorada, sembrada de chozas en ruinas, refugios olvidados por unos pecadores. Esta isla, que ninguno de nosotros conocía ni siquiera de nombre, se convierte en nuestro territorio de robinsones. Después de las chozas de tablas, seguimos la playa debajo de unos árboles de coco antes de adentrarnos en un pequeño manglar. Fragatas, pelícanos y garzas compiten para gritarnos su descontento. En diez minutos hemos dado la vuelta y nos animamos a echar un vistazo a los fondos marinos. A pocos metros de la orilla, es un ballet de peces loro, ballestas y rayas en medio de corales. La puesta del sol clausura la diversión. Sin duda, 2012 no puede empezar mejor. ¡Feliz Año Nuevo!

Yann Chavance