Tara en el océano Pacifico. A.Peyrot/Tara Expeditions
Mientras el calentamiento climático se está convirtiendo en una realidad innegable, la atención se focaliza en los más importantes sumideros de carbono de nuestro planeta: los océanos.
Sabemos ahora que el calentamiento global que enfrenta nuestro planeta desde hace un siglo se debe principalmente a la liberación de carbono en la atmósfera. ¿Pero de que carbono estamos hablando?
El carbono es en realidad un átomo (símbolo C) que puede estar presente en diversas moléculas, cada una con propiedades muy diferentes. Por ejemplo, en forma de dióxido de carbono (CO2, un átomo de carbono unido a dos átomos de oxígeno), un poderoso gas con efecto de invernadero que atrapa la radiación infrarroja en la atmósfera, elevando así la temperatura. Es el mismo dióxido de carbono que sale de nuestros pulmones cada vez que exhalamos, al igual que de todos los animales. Al respirar, nuestro cuerpo convierte el dioxígeno O2 en CO2.
Al mismo tiempo, en el planeta, una multitud de organismos está haciendo exactamente lo contrario: con agua y luz la fotosíntesis genera oxígeno consumiendo CO2. Es el caso de las plantas en tierra firme y del fitoplancton en el océano, por no hablar de las muchas bacterias fotosintéticas. En este intercambio químico, el átomo de carbono no desaparece, se incorpora a las largas moléculas de la glucosa que aporta energía al organismo. Este siendo la base de las cadenas alimentarias, los átomos de carbono producidos por la fotosíntesis se incorporarán poco a poco en todos los organismos alrededor.
La Tierra es como un circuito cerrado. En palabras de Lavoisier, "nada se pierde, nada se crea, todo se transforma". Por lo tanto, la cantidad de carbono en nuestro planeta carece de importancia. La pregunta es más bien en qué forma y dónde se encuentra. Un delicado equilibrio alterado por la actividad humana: el carbono, almacenado durante millones de años en forma de combustibles fósiles como el petróleo, es extraído en unas pocas décadas de las capas profundas de la Tierra para ser liberado en la atmósfera en forma de dióxido de carbono. Lo mismo sucede con la deforestación, cuando se libera el carbono de los árboles en el aire, cuando se cortan y se queman. Estamos en el proceso de vaciar los sumideros de carbono.
Los océanos en el corazón del clima
Se acostumbra calificar la selva amazónica de “pulmón verde". Los científicos se dan ahora cuenta de que los océanos juegan un papel mucho más importante como sumidero de carbono y proveedor de oxígeno. Incluso se habla de bomba de carbono. En primer lugar, de un punto de vista meramente mecánico, el dióxido de carbono se disuelve naturalmente en los océanos. El fitoplancton transforma el CO2 en O2 por fotosíntesis. Numerosos organismos planctónicos son también capaces de transformar el CO2, no en forma de glucosa pero en carbonatos, o para hablar sencillo, en tiza. Algunos protistas, esos unicelulares eucariotas que pueblan los océanos, producen una envoltura de caliza que se hundirá cuando el organismo muera. Al igual que con todos los organismos marinos, esos sumideros de carbono en miniatura, los cadáveres y residuos que se depositan en el fondo del océano forman unos sedimentos que concentraran el carbono lejos de la atmósfera. Los corales también, que son secreciones carbonadas, son otros tantos depósitos de carbono. Por ende los océanos y sus habitantes, además de absorber una mayor parte del calor del calentamiento climático y de proveer de oxígeno a la atmósfera, habrían absorbido ya un tercio de las emisiones de CO2 procedentes de las actividades humanas, en forma de carbono disuelto o mineral.
Un frágil equilibrio
Este enorme sumidero de carbono podría volcarse contra nosotros si el equilibrio de este sistema se rompiera. Es lo que numerosos científicos temen. El calentamiento climático está empezando a evidenciar los límites de la bomba de carbono oceánica. El aumento de las temperaturas disminuye la disolución del CO2 en el agua. La capacidad de almacenamiento de los océanos que dista de ser infinita y puede llegar a saturación, se estaría reduciendo drásticamente.
Peor aún, el sumidero a su vez se transformaría en fuente de carbono, convirtiéndose en una bomba de tiempo. Otra consecuencia de la subida del termómetro: algunas especies de plancton ya están comenzando a migrar para llegar a las zonas más frías, rompiendo un delicado equilibrio constituido durante millones de años. Finalmente, último descubrimiento preocupante: la acidificación de los océanos. Debido a la creciente concentración de dióxido de carbono, los océanos se vuelven más ácidos, con impactos poco conocidos en el plancton y los corales, pero seguramente nocivos para el desarrollo de un gran número de especies. Con el riesgo de romper el equilibrio de la bomba oceánica de carbono.
Para estudiar estos impactos y buscar soluciones, debemos entender los mecanismos de la bomba de carbono: cuáles organismos están involucrados, cómo participan, cuáles son las consecuencias de un aumento de las temperaturas, de la acidez o de la concentración en CO2, etc.
Muchas preguntas, pocas respuestas, tan grande es nuestra ignorancia del sistema oceánico y de los microorganismos que lo integran. Es precisamente la razón de las muchas esperanzas depositadas en una expedición como Tara Oceans.
Yann Chavance