Tchum dolgana, Vasilly.A.Deniaud / Tara Expéditions |
A pesar de la
estrechez del lugar, somos unos veinte reunidos bajo la tienda de pieles,
entreabierta en su parte superior para dejar entrar la luz del sol. En la mesa,
nos esperan algunos productos castizos: pescado, pan, galletas. Con vestido
adornado y colorido, Olga nos sirve el té. Kseniya remueve con una gran cuchara la sopa de
pescado que nos ha cocinado. Evgeniya lanza un canto en Dolgan, acompañada por
la guimbarda (arpa de boca) de Vasiliy. Las primeras notas nos transportan de
una vez de Dudinka a la tundra, estas llanuras nevadas. Basta con cerrar los
ojos para que aparezcan hordas de renos salvajes, bueyes almizcleros y escenarios
del extremo norte siberiano.
El pueblo dolgano
es parte integrante de los llamados “pequeños pueblos del Norte”, un conjunto
de veintiséis grupos étnicos del norte de la antigua URSS. Históricamente, estos
pueblos autóctonos del norte de Siberia seguían la migración alimentaria de los
renos, para cazar y pescar. Un nomadismo en condiciones extremas, con
temperaturas que caen en invierno a sesenta grados negativos. Actualmente, como
producto de una política de asentamientos implementada en los años 1930, "los
últimos nómadas de los hielos" se han vuelto escasos. Menos del diez por
ciento de la población autóctona de la antigua Rusia ha resistido al atractivo de
las urbes. Como Vasiliy, los niños se ven cada vez más obligados a integrar las
ciudades para su escolaridad y aprender el ruso. "Me di cuenta, al entrar en la escuela, que yo no podía
comunicarme con los demás, porque yo no hablaba ruso. Al principio fue difícil,
y poco a poco, aprendí el idioma". Desde 1982, la escuela dispensa también
docencia en los idiomas autóctonos. Durante casi nueve meses, con excepción de
Navidad y Año Nuevo, los niños nómadas son separados de sus familias. Ellos vuelven
a sus familiares y la tundra durante los principales días festivos. Los escolares
dolganos pueden así participar en verano en la cosecha de las bayas, la
"pesca" de madera flotante en los ríos, y la recolección de setas.
Las canciones
siguen.
Las palabras evocan la cultura dolgana e historias de amor
decepcionado. Nos toca ahora desplegar nuestra cultura. Samuel, el capitán,
toca al acordeón la melodía "Mi amado de San Juan". Nuestras vidas parecen de repente mucho menos distantes
de lo que aparentan. Después de ensenarnos leyendas de la península de Taimyr y
manuales de aprendizaje de Dolgano, nuestros anfitriones nos explican los "juegos
sociales de la tundra", unos palos de madera que uno lanza y atrapa, o unos
números que uno debe recitar sin respirar. A pesar de la barrera del idioma, logramos
entendernos, mediante gestos, expresiones, sonrisas. Como el amor, la risa es universal.
Anna Deniaud
Garcia
Bibliografía: "Dolganos,
los últimos nómadas de hielo" de Francis Latreille. Edición original en francés: Peuples autochtones, questions sibériennes.