31/10/2017

Alotau, Papúa Nueva Guinea


Habíamos dejado el apacible pueblo de Gizo en las Salomón, con algo de nostalgia. Al bordear las últimas islas del archipiélago de Salomón, la madre naturaleza nos regaló uno de esos momentos mágicos, de los cuales solo ella tiene el secreto: un banco de cinco delfines jugando frente a la proa de Tara, en medio de una puesta de sol de antología, bajo una magnífica nube cumuliforme.
Después de dos días de navegación sin vientos y con motores, sobre un mar liso, aplastado por un calor agobiante, la noche nos ofreció un cielo extraordinariamente estrellado, salpicado de millones de estrellas. En la madrugada, descubrimos un nuevo país montañoso y verde. El sol hace una tímida entrada, antes de establecerse generosamente.

Acabamos de llegar a Alotau, Papúa Nueva Guinea, un país de unos 7 millones de habitantes que ocupa  462,840 km² de la parte oriental de la segunda mayor isla del mundo (785 753 km²).
Alotau es una pequeña ciudad provincial de 15 mil habitantes, bien protegida en una ensenada de la costa norte de la profunda bahía de Milne Bay, escenario de la primera derrota japonesa en la guerra del Pacífico en 1942.
Mientras nos amarramos al muelle, se acercan unos curiosos atraídos por nuestra rara goleta.
– "¿Tara, es el nombre del barco? ¿De dónde vienen? "
  “De Francia”
– "¿Dónde queda?”
– "..."
Saldremos de Alotau el 1 de noviembre, rumbo a 3 sitios de muestreo, uno de los cuales está dedicado exclusivamente al estudio de la acidificación del agua y sus consecuencias sobre el coral. Aquí, las emanaciones del CO2 natural proveniente de los fondos marinos, modifican la química del océano, y ofrecen un laboratorio natural a los científicos, preocupados por el impacto del CO2 atmosférico sobre la biodiversidad marina. 

Vincent Hilaire.