Una
negociación en curso en la ONU sobre la gestión de los océanos ha pasado algo
desapercibida. Los siete signatarios de la presente tribuna alumbran la
importancia de un acontecer internacional crucial para el porvenir de numerosos
ecosistemas marinos amenazados.
Hasta para
los ecologistas más familiarizados con la jerga “onusiana”, el mismo título de
la negociación en curso en la ONU sobre el Alta Mar resulta engorroso:
“Conferencia preparatoria para el desarrollo de un instrumento internacional
legalmente vinculante para la conservación y la gestión sostenible de la
biodiversidad marina más allá de las zonas de jurisdicción nacional”.
Entre la
efervescencia que rodeó la COP21 y el silencio que envuelve este presente
proceso, es chocante el contraste.
¿Cuántos
europeos saben que el Alta Mar –el conjunto del espacio marítimo más allá de
las 200 millas de las costas, o sea, la mitad de la superficie del planeta– no
cuenta con instrumento alguno de gestión internacional para proteger su
biodiversidad?
¿Y cuántos
saben que una conferencia internacional mayúscula está en proceso para remediar
a esta laguna?
No obstante
su aspecto técnico y jurídico, esta negociación internacional constituye, sin
duda, la cita para el Océano más importante desde la puesta en vigencia de la
Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, en noviembre de
1994.
Se trata
ahora de definir las reglas que permitirán conservar y gestionar de forma
sostenible la biodiversidad marina en el Alta Mar. Este ecosistema, todavía
desconocido en gran parte, conforma el zócalo de la vida planetaria y de sus
orígenes.
En el
transcurso de los últimos años, se han multiplicado los estudios e informes
para lanzar un grito de alarma.
Hoy en día,
hay urgencia para el Océano. El Océano sufre, más allá de lo previsto, de los
impactos del cambio climático (calentamiento, acidificación, desoxigenación) y
de las contaminaciones de origen humano. El “Azul Profundo” produce el oxígeno
que respiramos, él absorbe cerca del 90% del calor, 25% del carbono presente en
la atmosfera, y desempeña un papel mayor en la alimentación de la población
mundial. Todos estos servicios del Océano y de sus ecosistemas no son eternos,
mucho menos si seguimos contaminándole, pescando demasiado y tirando tanto CO2
a la atmósfera.
En el
corazón de las negociaciones están la definición y la gestión de las áreas
marinas protegidas (AMP). Estas son reconocidas por la Comunidad Internacional
como una herramienta esencial de la conservación de la biodiversidad. Las AMP
contribuyen a frenar los impactos del cambio climático en el Océano, ofreciendo
a la biodiversidad la capacidad de una mejor resistencia al estrés
suplementario que implica el cambio. La creación de una red de AMP en el Alta
Mar será decisiva para preservar y mantener los ecosistemas.
Esta
conferencia enfrenta el desafío de clarificar, definir y negociar los aspectos
científicos, técnicos, jurídicos y políticos.
Ante los
negociadores se erigen los retos científicos: se trata de definir los
mecanismos de regulación y de financiamiento de la investigación en el Alta
Mar. Para la comunidad científica, esta negociación llega de forma oportuna.
Ella coincide con grandes transformaciones:
-Los
asombrosos adelantos en la secuenciación del ADN y el tratamiento del “big
data”, que abren perspectivas prometedoras en materia de análisis de los
genomas aplicados a la biodiversidad marina.
-El
desarrollo de nuevas tecnologías para el monitoreo de los buques, apoyándose en
la precisión de imágenes satelitales que permiten contrarrestar la pesca
ilegal.
-El
desarrollo de la robótica, con drones y sistemas subacuáticos cada vez más
eficientes, que nos ayudan a explorar, comprender y preservar hasta los
ecosistemas más profundos.
En términos
de investigación, surge una paradoja. Una regulación internacional demasiado
burocrática de la investigación marina amenazaría el desarrollo de la ciencia
fundamental en el Alta Mar, mientras necesitamos más que nunca de la
investigación y del conocimiento para descifrar los cambios en proceso.
Para la
Humanidad, la inversión y la cooperación internacional en la investigación
científica en el Alta Mar resultan más determinantes que nunca.
Durante los
cuatro meses de negociación que se inician se vislumbra una tercera vía, entre,
por un lado, quienes apuntan al nacionalismo y la limitación para enfrentar la
amenaza de explotación comercial intensiva de los recursos, y, por otro lado,
quienes abogan por la libertad de la investigación científica, pero que son
renuentes a las transferencias de tecnologías, a los sistemas de información de
libre acceso, y al reforzamiento de las capacidades de los países en
desarrollo.
El papel de
Europa, al frente del más vasto dominio marítimo mundial, es central para que
prevalezca esta vía media, apuntalada por una visión de solidaridad, de
compartir, de cooperación y excelencia científica, en oposición a las derivas
ultra liberales de un lado, y de otro, a tendencias nacionalistas y
soberanistas.
Para
Francia en particular, es una oportunidad de desempeñar un papel relevante para
la gobernanza del Océano, mientras los negociadores temen que el cambio de
posición del gobierno de EE.UU induzca posiciones refractarias a todo acuerdo
internacional.
También es
una oportunidad para Europa de promover unas iniciativas más ambiciosas en
acuerdo con la comunidad científica,
así como progresar en la construcción de una base de datos, común y asequible a
todos, sobre la vida de los océanos. Ello, conjugando las nuevas tecnologías de
genómica, imagen y bioinformática.
Por fin
está llegando la oportunidad de potenciar los programas internacionales de
cooperación científica, abarcando las transferencias de tecnologías, la
formación, el intercambio de post-doctor antes y de unidades internacionales de
investigación.
En el
transcurso de esta negociación, nos toca desarrollar un voluntarismo obstinado
en la cooperación, algo que ya no vendrá de Norteamérica ni de los países
emergentes.
Otro tema
dista de ser consensual: ¿Qué institución internacional será creada o mandatada
por el Secretario General de las Naciones Unidas para dirigir esta gobernanza?
Un impasse
sobre uno solo de esos puntos podría desechar la negociación iniciada hace más
de 10 años, un proceso que ya resistió un numeral de tormentas y vientos
contrarios, en 2012 y 2015.
2017 es decisivo para el Océano en la ONU. Prevista
en junio 2017, en New York, la Oceans Conference, reunirá el más alto nivel en
torno a la aplicación de los objetivos del desarrollo duradero (SDG14).
Tras el éxito de la COP21 y del
Acuerdo de Paris, en un contexto de crecimiento de los nacionalismos, resulta
vital que Europa y Francia se posicionen como líderes del buen desarrollo y
término de este acuerdo que permitirá el lanzamiento de una conferencia
intergubernamental para la gestión del Alta Mar en 2018.
André Abreu,
Director de políticas internationales, Fondation Tara Expéditions
Françoise Gaill, Directora emérita
de investigación, CNRS BOREA
Eric Karsenti, Director emérito de
investigación ENS-CNRS/EMBL
Chris
Bowler, Director de investigación, CNRS, Ecole Normale Supérieure Paris
Daniele Ludicone, investigador
científico, Stazione Zoológica Anton Dohrn di Napoli
Gaby Gorsky, Director emérito de
investigación CNRS/UPMC
Romain
Troublé, Director, Fondation Tara Expéditions