26/06/2013

Primer contacto con Rusia


Murmansk. A.Deniaud/TaraExpéditions
Bajo las instrucciones de Yury, nuestro piloto ruso, subimos el río Kol'skiy Zaliv que conduce a Múrmansk. Mientras el hombre fogueado al ejercicio guía nuestra progresión y enfila los cigarrillos, estamos descubriendo las orillas. Más allá de la excitación de divisar los masivos rompehielos nucleares, sentimos curiosidad por este pedazo de la gigantesca Federación Rusa. Treinta y una veces más grande que Francia, será nuestro país huésped por más de dos meses.
 
La tranquilidad y el paisaje del Kol'skiy Zaliv se alejan. Tara se amarra en el puerto de Murmansk, en una zona donde las grúas nunca se cansan de llenar o vaciar los cargueros. Debemos  acostumbrarnos al zumbido constante de los motores, a los golpes de cadenas en  los contenedores, y al silbido de la locomotora tricolor. Rodeado de montañas de mineral de hierro y carbón, Tara pierde poco a poco su nitidez. Hasta tenemos manos y zapatos de mineros.

En el muelle 16, Tara ha establecido su residencia por cinco días. Desde los primeros momentos, nos damos cuenta de lo difícil que será comunicarse aquí. Sólo Vincent Le Pennec y Celine, nuestra cocinera, se han acercado al idioma ruso anteriormente. Y es ilusorio pensar que el inglés nos va salvar. La maniobra de amarre llego a ser algo tensa por la  dificultad de entender y ejecutar las instrucciones. Afortunadamente, una vez la goleta al muelle, sólo subsiste la tensión de las líneas de amarre.

Unas horas más tarde, las autoridades rusas nos visitan y nos dan libertad de movimiento. El trámite es relativamente rápido. Nos lanzamos a explorar Múrmansk, la ciudad más grande del Ártico, con más de trescientos cincuenta mil habitantes. El sol brilla, hace 25° C. Hoy, son 29° C, un récord desde hace muchos años. Para salir del puerto en ebullición, seguimos el ferrocarril que recorre la pequeña locomotora tricolor. Cada paso levanta una nube de polvo negro. Un kilómetro hasta un último puesto de control, y entramos verdaderamente en  territorio ruso.

Anna Deniaud Garcia