22/06/2013

Cabo Norte


Cabo Norte.A.Deniaud/TaraExpéditions

Después de haber celebrado la fiesta de la música con un toque de acordeón, hemos doblado el Cabo Norte este sábado por la tarde. Mimados por el Gulf Stream, con unos quince grados de temperatura ambiental, hemos podido contemplar los legendarios acantilados. Unas 80 millas más y cambiaremos nuestra bandera noruega de cortesía por la rusa.
Hace tiempo que hemos perdido Tromsø de vista pero permanecerá como una escala memorable de Tara Oceans Polar Circle. Tara se ha colado entre los fiordos de Noruega bajo un sol radiante hasta llegar al Cabo Norte, 71° 09 Norte y 25 ° 47 Este. Es el cabo más septentrional de Europa y, aunque menos peligroso y emblemático que el Cabo de Hornos o el Cabo de Buena Esperanza, él es también un hito para los navegantes. Nos hemos acercado a la entrada de la bahía para admirar los acantilados rocosos en los cuales se mezclan todavía unos campos de nieve de un blanco inmaculado y una vegetación verde que pretende recobrar su espacio después del largo invierno. Luego, enrumbamos hacia Múrmansk bajo un repentino aguacero. Una rica comida parece ser el broche de oro de un día hermoso. Pero nos espera  una sorpresa a unas millas de distancia.

Nicolás de la Brosse, jefe de cubierta, ha comenzado su turno de noche en la timonería. Turno de noche: el término tiene poco significado en estos largos días, pero la tarea sigue siendo esencial. De repente, Nicolás observa un extraño fenómeno en el horizonte: "Desde el comienzo de mi turno, he tenido problemas para juzgar las distancias, la línea del horizonte está borrosa. Y de repente, veo el carguero rojo que navega a tres millas de nosotros, triplicar en volumen y desaparecer en treinta segundos". Para silenciar sus alucinaciones, Nicolás   nos invita a unirnos a él en el puente. Delante de nuestros ojos y de los objetivos de nuestras cámaras, el fenómeno se repite. Probablemente un espejismo, el efecto Novaya Zemlya.

El efecto de Novaya Zemlya, Nueva Zembla, fue observado por primera vez en 1596  por los náufragos de la expedición de William Barentz, el explorador holandés. No es más que un espejismo atmosférico polar. En circunstancias especiales, la atmósfera se convierte en conductor de ondas y guía la luz del sol sobre una trayectoria inusual. Es a causa de este fenómeno que Guerrit de Veer, tripulante de la expedición Barentz cuyo barco fue atrapado en el hielo durante el invierno polar, ha visto salir el sol dos semanas antes de la fecha normal.
Esta expedición al Ártico no ha terminado de sorprendernos.

Anna Deniaud Garcia