17/03/2011

En los pasos de Robinson Crusoe


© A.Deniaud/Tara Expéditions

17-03-2011
¡Tierra! ¡Tierra a la vista! La tripulación se equipa a toda prisa y se precipita en cubierta. A bordo de Tara, los mapas y los instrumentos de navegación moderna no han mitigado la emoción que genera la aparición de una tierra. Con toda la tela puesta, la goleta se dirige hacia las islas  Juan Fernández ubicadas a 670 kilómetros de la costa chilena. Este archipiélago volcánico compuesto de tres islas, Santa Clara, Alejandro Selkirk y Robinson Crusoe, debe su fama a esta última donde tuvo lugar la famosa aventura solitaria de Robinson.
Para escribir su novela, publicada en 1719, Daniel Defoe se inspiró en la historia de Alexander Selkirk, un marinero escocés. En 1704, tras una pelea con el capitán, el indisciplinado Alexander había pide ser desembarcado en una isla, entonces llamada Mas-a-Tierra. Rápidamente el se arrepiente de su decisión pero ya es demasiado tarde: sus compañeros lo han abandonado del todo. Durante cuatro años y cuatro meses, el hombre sobrevivirá en esta tierra hostil con la sola compañía de una biblia y una bitácora."Yo, pobre miserable Robinson Crusoe, habiendo naufragado frente a la costa durante una tormenta terrible, toda la tripulación habiéndose ahogada, siendo yo mismo medio muerto, me acerqué a esta isla lamentable, que llamé la Isla de la desesperación”. Extracto del diario de Robinson Crusoe en la novela de Daniel Defoe.
En su obra el escritor le da un toque novelístico a la llegada del marino en la isla. Su versión no es sin embargo tan extravagante, ya que el destino quiso que el "Cinco Puertos" se hundiera poco después de desembarcar Alexander Selkirk. Escrutando el horizonte cada día desde lo alto de su roca, el marinero escocés será finalmente liberado de su cárcel en el Pacífico por un barco ingles.
A menos de una milla de la costa, Tara bordea las escarpadas cumbres de la isla de Robinson.   Cuaderno y lápices de colores en mano, Céline captura el paisaje que desfila. Regadas a ratos por rayos de sol, las rocas de color ocre resaltan sobre los bosques verdes de la isla. Cerca de 140 variedades de plantas crecen en esta tierra; Más de un centenar son endémicas. El archipiélago también alberga un gran número de aves terrestres endémicas. Así declarada en 1977, la isla Robinson Crusoe es ahora una reserva de la biosfera.
Dos veleros están anclados en la bahía Cumberland; Antaño, cuando la reina Elisabeth I de Inglaterra alentaba la piratería en estas tierras lejanas, hubieran sido sin duda más numerosos a fondear aquí. Después de saquear los tesoros de América del Sur, especialmente los de los incas del Perú, los piratas y corsarios del viejo mundo se refugiaban aquí en el archipiélago. Reponían fuerzas unos días antes de enfrentarse con el temido Cabo de Hornos.
Armadas con binoculares, Sara y Gabriela siguen explorando la isla a distancia. Se divisan algunas casas incrustadas entre dos cerros. Hoy en día casi seiscientas almas viven en la isla Robinson Crusoe, única tierra habitada del archipiélago. La gente sobrevive merced al turismo y la pesca, en particular de langosta.
¡Lástima que no podamos abordar la isla para descubrirla y gozar de una buena langosta! No hay sombra de un motín a bordo, ni siquiera de una queja al capitán. ¿Quiere alguien poner su morral en tierra? Nadie parece interesado. Uno se resigna entonces a retomar la navegación rápidamente, muy rápidamente porque el tiempo se nos está acabando. El equipo de Tara debe continuar con su misión científica. En cubierta, los marineros disfrutan de los últimos momentos de  navegación a vela. Mañana, Tara entrará en una burbuja anticiclónica y por los cinco días siguientes la goleta sólo andará a motor.
Anna Deniaud