16/03/2017

Desembarque, y una mirada a la estela


Acabamos de llegar al archipiélago principal de Japón, donde Tara multiplicará las escalas duraderas por razones históricas y científicas: Japón aprecia mucho a Agnès b. desde hace 30 años, y a la vez hospeda una gran diversidad de arrecifes coralinos.

Se hacen las cosas en grande. Hemos izado las velas bajo un sol radiante, y nuestra entrada en la bahía de Fukuoka ha sido acompañada por un helicóptero de la televisión NHK. Subida en el mástil de Tara,  me dejo fascinar por el mundo moderno, olvidado durante más de dos meses de navegación. Desde hace 3 días es una reconexión. La televisión japonesa en Fukuoka sube a bordo y difunde este mismo día un reportaje. 

Parte de los científicos y marineros desembarca, sustituida por un equipo venido de Paris, un  refuerzo para unas escalas que se prevén intensas. Traen un aparato raro: una caja Wifi. La miro detenidamente, y una vez los 2,300 mensajes WhatsApp sincronizados, tomo la medida del tiempo transcurrido a bordo, porque el tiempo nos alcanza: el anuncio de un embarazo, de una ruptura, un nacimiento, de numerosas veladas...Una vida paralela que ha seguido, sin nosotros.

Junto a Till, otro científico embarcado, Maki, la artista en residencia, y Nicolas, el segundo oficial, emprendemos las visitas escolares para explicar la historia de la goleta, la ciencia, las misiones de Tara, mis anécdotas, ilustradas por los primeros cuadros de Maki que evocan las reales convergencias creativas entre arte y ciencia.

Comparto mi fresca experiencia con los alumnos de liceos. Veo los imperativos de la sensibilización del público tomar la prioridad sobre los imperativos de la ciencia, pero siempre enmarcados por los imperativos de la navegación. Me doy cuenta, poco a poco, que soy parte de algo que me rebasa totalmente. Una síntesis única de 3 ejes que convergen alrededor de una pasión común por el mundo marino.

Acabo de pasar dos meses hablando con las mismas 14 personas, y en apenas 4 horas me he reconectado gracias a los visitantes y a los periodistas, así como a mis mensajes de Whatsapp. Durante dos meses, mi vida ha sido pautada por la ciencia, la navegación, la vida en comunidad, lejos de toda preocupación terrestre. Tal vez eso sea lo más raro con lo cual he tenido que lidiar en estos días de escala: crear el puente entre mi vida de esos dos meses pasados y mi vida de antes, trenzar una liana que se tiende entre la vida en tierra y el universo que acabo de descubrir.

Admiro los marineros quienes encuentran su equilibrio entre esos dos mundos, ellos que llegan a embarcar por seis meses. En este momento, mi cerebro todavía no ha descifrado todo lo que está pasando.

Hoy, lo que me trae de vuelta a tierra, se conjuga con lo que es la razón de ser de Tara desde hace años: el deseo de compartir una aventura, el ser testigos de un increíble tesoro por comprender y preservar. Y, sobre todo, endosar la responsabilidad que tenemos los científicos, marineros y ciudadanos, de ampliar la toma de consciencia del acontecer del planeta azul. Me hicé “Taranauta”.

Flora Vincent