12/03/2012

Horta


Horta, Azores. V.Hilaire/Tara Expeditions



Desde ayer a las ocho de la mañana Tara esta en Horta, la ciudad principal de la isla de Faial, Azores. Según a quien le toca, es una mezcla de alivio, alegría, emoción, nostalgia, o un paso hacia el final de esta expedición.

Son las cuatro de la mañana cuando empiezo mi turno, mar afuera de la boca del canal de entrada a Horta, entre Ilha do Pico y Faial. Loïc Valette también toma su turno. Todavía es de noche, los reflejos de la luna bailan con las olas. En tierra, se divisan luces de color naranja. Volvemos a encontrar seres humanos.

Al este, esta saliendo la luz. Poco a poco, al lento paso de nuestra progresión con motor, aparece el volcán de la isla Pico. Por las nubes, no se puede ver la cumbre. Abajo están despertando. Cómodamente. Julien, el chef-cocinero, prepara el desayuno. También esta Stephane, uno de los científicos. El no se perdería para nada esta llegada. Es la primera escala de su primera transatlántica.

Cámaras foto, primeros cigarrillos, café, vistazo a la tierra. Crece la emoción. El cielo se tiñe de un intenso amarillo, y luego de rojo. El sol hace su debut. Una nube cargada pasa en contra de la luz. Un nuevo día. Descubrimos una costa muy verde, manchada de lo que parece ser roca volcánica. Unas casas blancas, unos techos de ladrillos rosados. Después de la oscura e inquietante Ponta da Cabra, Horta se deja apreciar con un rayo de sol. Una ciudad donde domina una tonalidad verde, bienvenida después de diecisiete días en universo azul.

Los marineros preparan las líneas, se baja la lancha neumática al agua. El sol se libra de las nubes, afirmando su superioridad a las formas y siluetas de este mundo. Sus rayos atraviesan las paredes esponjosas e imprimen una sensación de luz superior.

Tara saca provecho de la protección del dique del puerto y de Ponta da Cabra. Amarramos y apagamos los motores. Los catorce a bordo se quedan entonces flotando en una especie de contemplación. Eso le pasa a cualquiera después de una larga navegación en alta mar. Un vistazo a las casas alrededor. Aparecen unos transeúntes domingueros, curiosos. Esta transatlántica se termina. ¡Que aventura!

Vincent Hilaire