Al salir del ambiente apacible de las Chesterfield, nos esperaban 3 días de navegación laboriosa, contra un viento del sureste bien establecido, para alcanzar Nueva Caledonia.
Rutina
de las tareas domésticas y de mantenimiento, turnos de navegación, recolección de plancton, ronroneo de los dos motores, la
vida a bordo retoma rápidamente su curso regular, hasta monótono, pese al
viento y al mar contrarios. 72 horas después, bordeamos una costa montañosa en
una espesa neblina. Entrar en la laguna de Nueva Caledonia es una liberación
del cabeceo y del balanceo. Dos noches en anclajes protegidos y una lenta progresión
hacia Numea, bastan para que todos se
repongan.
Descubrimos
las primeras torres de esta urbe de 180 mil habitantes, la ciudad francófona más
poblada del Pacífico.
Una vez atracados en Port Moselle, empieza el programa
de la escala: visitas del público y de escolares, conferencias, una semana de
encuentros.
Vincent Hilaire