Lunes 6 de julio: entramos en el fiordo de Akureyri, segunda ciudad de Islandia. Una escala de algunos días nos permitirá el relevo de la tripulación. En esos paisajes espectaculares de hielo y fuego, observar la fauna marina se ha vuelto una parte significativa de la economía turística. Las aguas frías y oxigenadas de las costas islandesas que se cargan de krill, arenques y plánctones se convierten entonces en la alacena de numerosos mamíferos marinos. De mayo a septiembre, más de doce especies de ballenas y cachalotes se reúnen en esas aguas ricas en nutrientes, para el beneficio de los científicos y turistas que los pueden observar de cerca. Y nosotros también: tenemos el privilegio de poder contemplar el ballet de una ballena jorobada saltando a algunos metros de la costa.
La jorobada, con
sus 15 metros y 25 toneladas, es una de las especies de ballenas más comunes en
Islandia. Llegando de las aguas calientes del Caribe donde pasaron el invierno,
esas ballenas se adentran en los fiordos para alimentarse. Absorbiendo hasta más
de dos toneladas diarias de krill, ellas amasan reservas de grasa para el próximo
invierno. Su curiosidad ante los barcos las hicieron presas fáciles de los
balleneros pero facilita hoy en día la observación científica. Las
particularidades de su aleta caudal, tal como huellas digitales, permiten
seguir y cuantificar esos individuos y sus migraciones.
Al norte de
Akureyri, la ciudad de Husavik alberga varios centros de observación de las
ballenas y atrae miles de turistas cada año. Se incita a que los visitantes
manden a los científicos locales, las fotografías que toman para abonar una
base de datos sobre la población local de ballenas. Esos estudios visuales se
completan, gracias a los hidrófonos, con la grabación subacuática del canto de esas
ballenas que llegan a vocalizar varios días seguidos. El profesor Herve Glotin
de la universidad de Toulon, quien ha facilitado
la instalación de un hidrófono a bordo de Tara, investiga esos cantos en el
marco del proyecto Baobab. Las sesiones de grabación en las costas de
Madagascar que han permitido el análisis de las poblaciones de ballenas en
mares del Sur, podrán así complementarse con las grabaciones que realizará Tara
en su misión en Groenlandia.
La relación entre
Islandia y las ballenas es sin embargo un tema de discusión en la escena
internacional. El país acaba de lanzar hace algunos días una campaña de caza de
ballenas: una pesca comercial tradicional prohibida en 1986 por la Comisión
Ballenera Internacional (CBI), que Islandia ha reanudado desde el 2006. Con
Noruega y Japón, Islandia es uno de los últimos países que rechaza el moratorio
de la CBI. La campaña 2015 de Islandia fija una cuota de 154 rorcuales y 229
ballenas de Minke, para conseguir una carne destinada a los turistas y la exportación
a Japón, pese a un fuerte decrecimiento de la demanda.
La situación resulta
paradójica para este santuario ballenero: ello pone el país en la mira de los organismos
internacionales, en espera de que la opinión pública logre modificar las prácticas
tradicionales.
Pierre de Parscau