Mathieu Oriot, marinero usando un sestan. P.Duflot/Tara
Expéditions
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Miércoles, 23 de
abril, al atardecer. Tara traza su ruta hacia el Sur, bordeando las costas
portuguesas. El mar es ordenado, un leve oleaje mece el barco, estamos
disfrutando el momento. Christophe Tissot divisa una forma en el agua; Una cabeza
redondeada le lleva a pensar primero que se trata de un Globicephala, una
ballena piloto. Pero luego aparecen dos aletas: ¿un tiburón? ¿dos tiburones juntos?
Martin Hertau toma
el control manual y Tara se acerca suavemente al extraño ballet acuático. Toda
la tripulación reunida en cubierta descubre un tiburón peregrino, un Cetorhinus
maximus, que mide alrededor de 3 metros. Un encuentro poco común.
En Bretaña, se
sabe que este tiburón inofensivo para los humanos vive cerca de las islas
Glénans durante un período del año. Antes de zarpar, nos habían informado de la
presencia de uno del lado de la Isla de Groix.
El tiburón
peregrino es un gigante que se alimenta de plancton. Al contemplarlo, muchos a
bordo sienten entonces toda la pertinencia de los años dedicados por Tara
Expeditions al estudio del plancton.
Mathieu Oriot, oficial de cubierta
Viaje entre mundos
Martes, 22 de
abril; A lo largo de las costas de Portugal, Tara sube al viento del suroeste
en un mar un tanto áspero y cortado. Tendido en mi litera, escucho un concierto
de música clásica acompañado por el canto de ballenas y el de Nadège, nuestra cocinera
quien esta de turno en cubierta. Tara rueda y planta la nariz en la ola.
Miércoles, 23 de
abril, a medianoche y algo; David, segundo oficial cuida el rumbo. Estoy
afuera, en el cockpit, bajo los chubascos que se siguen. Estoy todavía tratando
de amarinarme, luchando contra un mareo que me quiere tumbar. Marinero es a
veces un oficio raro.
Miércoles, 30 de
abril. Salida del sol, mar liso, “de aceite”. Hacemos ruta al Norte, Ibiza,
Mallorca, con trinquete y demás establecidas. Los dos motores de ocho cilindros
en V trabajan a mil revoluciones por minuto, cansando los oídos que se evaden
en un sueño sonoro.
Mallorca en la
niebla de la mañana: una línea subraya la isla. Yohan y Mircea nos llaman: a
unos cien metros, un chorro vertical de agua. Una ballena! El rorcual sale a la
superficie y nos enseña su espalda negro, mis sueños se hacen realidad.
Christophe Tissot, tripulante
Gibraltar
Este 25 de abril Tara
está entrando en el Mediterráneo, su campo de investigación para los próximos 7
meses. El estrecho es un verdadero nudo uniendo los cuatro puntos cardinales:
Europa al norte, África al sur, el Atlántico al oeste y el Mar Mediterráneo al
este.
Gibraltar es
también un territorio, un enclave británico en España desde 1704, una zona
franca, un punto de vigilancia del tráfico marítimo, una roca convertida ahora
en base naval.
Viniendo desde el
Atlántico, uno ve primero Tarifa, un pequeño puerto convertido en “spot” por los
amantes de windsurf y kite-surf. Expuesta a vientos frescos gran parte del año,
ubicada a la orilla del mar, al pie de cientos de aerogeneradores sembrados en
las lomas circundantes, esta ciudad se encuentra en el corazón de un sistema de
vientos que pasan de oeste a este según la temporada: un verdadero abanico que
hace la felicidad de los aficionados a los deportes de viento y deslice.
40 kilómetros de largo,
8 Km de ancho, entre España y Marruecos, el Estrecho de Gibraltar es un ajetreado
cruce de rutas del comercio mundial, de las migraciones humanas, y de todo tipo
de tráficos y contrabando. Por desgracia, es también la prueba definitiva, el
paso final en la odisea de multitudes venidas de África, miles de migrantes
cuyas familias invierten durante años para mandar uno de ellos a una vida mejor
en Europa. El final del viaje es a menudo trágico.
Par saludar el peñón,
Tara despliega todos sus atuendos: mayor, mesana, yanqui, trinquete. La goleta
aprovecha el efecto venturi de Gibraltar para deslizarse sobre un mar más caliente
y más salado. Es un rencuentro para Tara: ya en 2004 y 2009, la expedición Tara
Oceans había trabajado en estos parajes.
Martin Hertau, capitán
Escala en Port-Cros, del 5 al 23 de mayo
Port Cros es la
primera Área Marina Protegida de Francia. Laurent Ballesta, buzo-biólogo y su
equipo de Andromède llevaran a cabo un estudio los
arrecifes coralígenos.
Este entorno
particular se desarrolla entre los 50 y 90 metros de profundidad, donde la luz
es tenue. La base está formada por algas calcáreas. Cuando el alga muere, deja
un depósito calcáreo. Al paso de los años se forman así unas rocas calizas que sirven
de soporte a corales, peces, erizos de mar... Se han observado más de 1700
especies en este entorno rico de una biodiversidad vital para el Mediterráneo.
Siendo de difícil
acceso, él es poco estudiado. El equipo de Andromède, quien domina el buceo a esta profundidad con recicladores
de aire y las técnicas de inventario submarino, ha sido mandatado para llevar a
cabo este estudio que permitirá al administrador del parque tomar las óptimas
medidas de protección del medio.
Tara fungirá de plataforma
logística en el corazón de los sitios de estudio. La escala nos permite
preparar mejor la próxima expedición “coral” de Tara a partir de 2015.
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