Raphaël Morard, cientifico. A.Peyrot/Tara Expeditions
Lunes, 10 de octubre, estamos disfrutando, sin saberlo, de nuestro último día de sol en cubierta y a pura vela. Marc Picheral, Claudie Marec y Martin Herteau lanzan la roseta-CTD. Es la inmersión número 500 desde el inicio de la expedición, un aniversario que celebramos con un aperitivo vespertino.
En el cockpit, un vistazo a la previsión del tiempo anuncia el color de los días por venir. Flechas cada vez mas rojas representan la evolución del viento en el software de navegación. Una tormenta tropical al suroeste de California se está moviendo en dirección de un anticiclón al noroeste de nuestra ruta. Tara se vería atrapado en una zona de constricción con vientos previstos de 40 nudos (75 km/h).
Al día siguiente, se levanta viento, el mar se agita y seguimos nuestra ruta, atentos a las alertas de tormenta. Un día de encierro es oportunidad para que una parte de la tripulación comparta sus sentimientos.
Martin Herteau: Un martes singular, cambiante, una nueva fase de la ruta a San Diego, el sol se ha ido desde ayer y navegamos a vela bajo un cielo nublado y gris, un cielo que algunos, de mente obtusa y experiencia limitada, tildarían de Bretaña. El clima es fresco, los trópicos se quedaron muy abajo, ya hemos comido nuestro pan blanco.
Para anunciar la depresión hacia la cual nos dirigimos, el trinquete (vela) se ha roto por la tarde, al mismo nivel que en la etapa anterior. Aunque reparada en Hawái, la costura no estuvo a la altura de la situación. Afortunadamente el ambiente es caluroso en el comedor alrededor de una rica comida.
Raphaël Morard: El sol nos dejó, el viento arreció, la vela se partió.
Yohann Mucherie: mala suerte en este momento, días andando con motor por falta de viento y cuando sopla por fin, se parte el trinquete. Pero hay que relativizar, podría ser peor, ¡podríamos haber roto los dos motores y la vela mayor!
Isabelle Taupier Letage: Lo habíamos olvidado por completo, así que el regresa con fuerza y venganza: el invierno ha irrumpido brutalmente esta mañana, cortinas de lluvia, ráfagas mordaces y cielo tapado. Y como para asentar aun mas su poder, esta domando el nuestro, nos parte una vela, nos impone una ruta desfavorable, elimina una estación de muestreo e hipoteca la siguiente. El viento pasa y la ciencia fallece, es la dura ley de la oceanografía.
Baptiste Bernard: La vela partida, las ranas lloraron, la lluvia en furia, las ranas se fueron, pero nos espera San Diego, las ranas llevadas por el viento.
Céline Blanchard: Esta tarde, en el menú, la sierra pescada por la tripulación.
Celine Dimier: Mal tiempo. Trinquete roto. No hay estación a la vista. Empezamos a contar las horas.
Claudie Marec: El sol nos ha fallado y el viento arreció. Tara se desliza con gracia sobre las olas. Pero nosotros, con la inclinación del barco, nos movemos con lentitud. Ocupamos el espacio y el tiempo hasta la próxima estación que encaramos en firme. Ojala vuelvan las manipulaciones. Tengo ganas de maniobras en cubierta con las velas, pero siempre hay más voluntarios de lo necesario. Así que dejo mi lugar, suertuda de haber ya bastante navegado a vela. No olvidar lo privilegiada que soy de estar aquí, a bordo de Tara, en el medio del Pacífico, en compañía de gente agradable y apasionada.
Andres Peyrot