09/09/2011

Kiribati, unas islas amenazadas


Pescadores en la laguna, Christmas Island. J.Girardot/Tara Expeditions

En este fin de tarde ecuatorial Tara bordea el arrecife a sotavento de la Isla Christmas. El cielo bajo se fusiona con un mar oscurecido por imponentes nubes empujadas por los alisios.

En medio de neblinas salinas, adivinamos una orilla que no se eleva a más de 3 metros. Este atolón, considerado el más grande y más antiguo del mundo, es parte de la república de Kiribati, un estado con un futuro incierto. Este vasto territorio de Oceanía formado por una multitud de islotes a nivel del agua sufrirá los primeros efectos del calentamiento climático global.

La Isla Christmas es un pequeño oasis verde perdido en medio del Océano Pacífico, alejado de las grandes rutas marítimas. Poblada por 5415 personas que viven en un área de 322 km2, Christmas representa el 70% de las tierras de las Kiribati. Olvidada y redescubierta el día de Navidad por Cook (de ahí su nombre) en 1877, la isla se integró a la remota colonia británica de las islas Gilbert en 1919.

Al atardecer, divisamos las luces del pueblo de London, así bautizado por el Padre Rougier quien arrendó el atolón entre las dos guerras para sembrar palos de coco. El es la razón de ser de la sorprendente toponimia de la isla: frente a London, del otro lado de la Mancha, está el pueblo de Paris, ahora abandonado.

Tiramos ruidosamente el ancla a corta distancia de un barco de pesca japonés que nos parece en desuso. Nos envuelve la noche. La hora tardía no es propicia para tramitar nuestra entrada en el territorio de Kiribati, esperaremos mañana. La claridad de la luna proyecta la sombra de un muelle construido por la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón que quería establecer las bases de un proyecto de transbordador espacial, hoy abortado.

A eso de las 6, en la luz rojiza del amanecer, los detalles de las sombras chinas nos aparecen con mayor claridad. Entonces la magia del día nos muestra este nuevo lugar por explorar. Un largo día por delante. Primero, los tramites que nos autorizaran el desembarque. Después de la inspección del barco por las aduanas e inmigración, finalmente se nos da permiso para pisar suelo de Kiribati.

Las aguas transparentes color turquesa de la inmensa laguna dan un toque irreal a nuestra llegada en inflable al muelle del puerto de London. Coloridas lanchas de pescadores están amarradas o tiradas en la arena. En trasfondo se ve la aldea y sus cabañas aplastadas bajo el ardiente sol de la mañana.

El futuro de la isla

En primer lugar nos reunimos con nuestro contacto local, Riteta Bebé, representante del gobierno para los asuntos ambientales y la protección de áreas naturales. Ella nos recibe en su despacho, donde, en paredes amarillentas por el paso del tiempo, se mezclan mapas de la laguna con hojas de datos y fotografías de especies endémicas. Esta reunión es una oportunidad para abordar las cuestiones ambientales y comprender mejor los problemas de este estado amenazado por los efectos del calentamiento y de la elevación del nivel del mar.

En el transcurso de la conversación con Xavier de Madron, nuestro jefe científico, nos damos cuenta de que las primicias del cambio están a la vista. La contaminación de las bolsas de agua dulce atrapadas bajo los atolones por el agua de mar es una de las consecuencias que genera en la población unas enfermedades asociadas con la insalubridad del agua. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, dio la voz de alerta hace poco durante su visita a Kiribati. Se podría trabajar en una alternativa de recuperación de agua de lluvia las islas y una cisterna de gran capacidad.

Otra de las preocupaciones ambientales muy sentidas es la contaminación por residuos plásticos, dispersos por toda la parte habitada de la isla. "Tenemos problemas en el tratamiento de estos residuos, pero ante todo, es un problema de educación de la población" nos confía Riteta Bebé. "Hacemos un esfuerzo especial en educar los jóvenes en las escuelas; El mejor ejemplo ha sido la escala de Plastiki aquí en London". Este velero construido con materiales reciclables está dando la vuelta al mundo. Ello hizo reaccionar la población. "Darse cuenta que uno puede construir un barco con botellas de plástico ha sorprendido y ha despertado la conciencia de lo que puede ser el reciclaje".

En los últimos años se han creado áreas naturales protegidas en las Islas Phoenix (Phoenix Island protected area). Es un gran proyecto gubernamental de conservación de los ecosistemas, pero por falta de recursos, son poco visitadas. Pero para Bébé, el futuro es prometedor: "El proyecto del parque es un buen ejemplo y esperamos la misma cosa para nuestro atolón que alberga numerosas especies endémicas, una verdadera riqueza para las generaciones porvenir aquí".

La vida cotidiana de los isleños

Es hora de dejar nuestro huésped e ir a la estación de policía donde nos esperan para finalizar nuestro ingreso administrativo. En las calles de London, las casas bajas de madera están abiertas a la calle. Una multitud de niños un poco tímidos se sorprende de nuestra presencia. En la única estación de gasolina haciendo también de tienda, preguntamos por nuestro camino y aprovechamos para unas compras. Una apenada encargada nos confiesa: "el barco que abastece a la isla lleva tres semanas de retraso. Debe llegar pronto pero nadie sabe cuándo. No tenemos arroz ni leche, y la harina se está acabando. La gente aquí está acostumbrada". En la mayoría de las islas del Pacífico, la vida de los isleños está pautada por la llegada de estos pequeños cargueros con calendarios irregulares.

A pocos pasos del cementerio, en la estación de policía sin puerta ni ventana, nos recibe el comisario. Este hombre de semblante de Micronesia, de porte orgulloso, es oriundo de la isla. Para él, el estilo de vida ha cambiado. "La gente pesca mucho, es su medio de subsistencia. El dinero aquí no tiene el mismo valor que en otros lugares, la ayuda mutua y la tradición comunitaria son parte integral de nuestro modo de vida isleño. Tenemos 2 médicos para atender emergencias; Pero las mujeres prefieren el método tradicional, no nos llega la televisión" se sonríe viendo nuestros ojos atónitos. El funcionario de inmigración que viene saludarnos añade: "estoy en el cargo desde hace 4 años aquí pero yo soy de Tarawa, otra isla de Kiribati, no he vuelto desde entonces, es un plazo largo par la familia". No es fácil superar las distancias en este pequeño país de fronteras desmedidas.

El tiempo vuela, ya es el anochecer, es hora de regresar a Tara y partir hacia Hawái, cumpliendo con la misión.

Hervé Bourmaud capitán de Tara