Celebramos con una copa el fin de largas estaciones científicas. La tensión de una operación sostenida durante casi tres días se está disipando, la mente puede vagar de nuevo y no solamente focalizarse en el cumplimiento de tareas y objetivos. En el transcurso de las estaciones el reloj corre y no se puede desperdiciar tiempo. Todo debe encadenarse con una precisión casi milimétrica. Mientras tanto, el barco hace ruta hacia Guayaquil donde llegaremos en la tarde del lunes. Con gusto Sarah dormiría ahora unas 48 horas continuas para reponerse del intenso desgaste de energía en tan poco tiempo.
Pero esta noche los elementos han decidido lo contrario. Las ventanillas están abiertas del todo para refrescar estos antros que el sol calienta a lo largo del día. Una primera ola un poco más fuerte que las demás rompe en el casco, la espuma chorrea por la borda y entra por la ventanilla. Llueve en mi cabina, el baño improvisado me despierta. Oigo rugir una segunda ola que parece mucho más poderosa, automáticamente encojo las piernas. La ola ignora mi ventanilla pero se mete por la vecina. Un fuerte golpe seguido de una sentida ráfaga de "shit, shit, shit” rompen el silencio de la noche. Prenden la luz en la cabina de enfrente. Y se apaga, de frustración. Imagino que Sarah también se da por vencida, renunciando a secar la inundación. Una toalla será suficiente para no pudrirse antes de la final de la noche. Volvemos a hundirnos en nuestros camarotes.
Cerrar por completo la ventanilla, tratar de dormir en una sauna, o dejarla entreabierta y arriesgar un ambiente de hamam con la próxima ola un poco tónica: esa es nuestra disyuntiva. Aurore quien duerme en la cama debajo de Sarah gozara también de las espumas nocturnas. Cada quien su opción razonada.
Al día siguiente el ritmo aún se mantiene, se debe limpiar el material después de las estaciones, y el equipo científico se sumerge en sus informes. Sarah, Gaby, Christian, Silvia están por terminar la labor de estas estaciones y su estadía a bordo: desembarcaran en Guayaquil y se preparan para pasar el relevo a otros. Una vez en puerto la jornada de descarga de las muestras se vislumbra también desgastadora. El retraso del sueño se compensara más adelante en tierra firme.
Sibylle d’Orgeval