25/05/2011

A pura vela.


Tara navega a casi 10 nudos. Detalle de la mesa de los mecánicos: Benjamin Flao.
Foto : S.d'Orgeval/Tara Expeditions.

El cielo se adorna con nubes de altura precursoras de buen tiempo. Viento de 20 a 25 nudos. Desde el fin de la estación científica del fin de semana, se apagaron los motores e izaron las velas: yankee, trinquetilla, trinquete y mayor. Condiciones de ensueño. El capitán Loïc Valette se regocija: "¡Coqueteamos con los 10 nudos sin esfuerzo! ¡A este ritmo las Gambier pronto estarán a la vista!” ¿Será la euforia de sentir Tara deslizarse a gusto con las olas?

Peces voladores aparecen, siguen o cruzan el surco del barco. François Aurat, oficial de cubierta, hace una ronda regular en proa para recoger los infortunados varados allí.”Es la mejor forma de pescar. Son los peces que vienen hacia nosotros”. Un dorado Coryphaena les está cazando. Loic, Francois y Yohann bregan con sus líneas. Pero el dorado se burla de esos pescadores del lunes y no se deja engañar por el anzuelo de plástico. El despliega sus increíbles colores delante de la proa de Tara. Afortunadamente las neveras de Celine están llenas y nuestra supervivencia no depende de la pesca del día. Todavía no.

En estos días de navegación entre dos estaciones científicas, el comedor cobra a menudo pinta de sala de reuniones; Presentación de trabajos individuales, recordatorio de consignas importantes, preparación de los plannings. Marc Picheral, ingeniero oceanógrafo, proyecta las fotos de la navegación de Tara en la Antártida, mandándonos un momento en el mundo de los hielos, mientras estamos a la latitud más alejada de los polos, flirteando con la línea del ecuador. Luego Marc nos presenta los diferentes instrumentos científicos que el opera.

Nuestro jefe científico, Nigel Grimsley, tiene un consejo para fijar el programa de las próximas estaciones. Los debates siguen las consultas con los diversos coordinadores del consorcio científico. Dos vías son posibles, pero en ambos casos transitaremos de un área mesotrófica a un área oligotrófica. Varias estaciones cortas vendrán después de la estación larga. Un seguimiento diario permitirá medir la evolución progresiva entre las dos áreas.

Hiro Ogata, científico embarcado, confía en tener la oportunidad de un día de muestreo en una laguna cerca de las Islas Gambier: estudiar los ecosistemas más diversos, desde el "open ocean" hasta una zona costera. La estación anterior le permitió recoger muestras de la OMZ, zona de oxígeno mínimo, raramente ubicada a profundidades asequibles, y así ampliar el espectro de las diferentes condiciones de vida de los girus (virus gigantes) que él está estudiando. La velada se prolonga con la proyección de los trabajos de Hiro, desplegando los mimivirus, estos virus gigantes que le apasionan.

Sibylle d’Orgeval