Después de siete
meses de expedición en el Mediterráneo, Tara ha tomado un merecido reposo, a resguardo
de las salpicaduras de las olas en el astillero de Keroman. Una carena para
preparar el futuro, de Groenlandia al Pacífico, y una oportunidad de revisar a fondo
la condición de la goleta: desarme de ambas líneas de eje de los motores, reconstrucción
completa de Thérèse, el motor de estribor, y mudanza del laboratorio seco para dar
lugar a una nueva cabina, son otros de los tantos capítulos del programa de
estos cuatro meses de trabajo. Entre las prioridades a bordo, los arreglos
eléctricos son los más urgentes. Respondiendo al desafío, regresa Jean Collet, director
técnico y una de las memorias vivas de Tara.
Cabellera de plata
y hombros anchos, Jean es una de esas figuras que flotan en la estela de Tara
desde su construcción. Un nacimiento al cual él ha contribuido en persona, al
lado de Jean-Louis Etienne en 1989. Algo que lo ha vinculado para siempre al
destino de la goleta.
"Cuando
Etienne Bourgois decide comprar el Seamaster de Sir Peter Blake, voy a Newport
para evaluar el barco. Lo encuentro en buen estado, lo suficiente para llevarlo
a Francia. Desde ese momento, Etienne me ha pedido cuidar de los aspectos
técnicos y supervisar la rehabilitación del barco”.
Una misión que Jean
honra desde 2003 dentro
del equipo de Tara, y que le ha llevado a dirigir los trabajos eléctricos realizados el
invierno pasado. Al resplandor de las nuevas LED
instaladas encima de las mesas del taller, Jean explica las obras en
curso, vislumbradas desde hace años.
“Al regresar de “Tara Oceans”, el barco estaba muy cansado. Unos componentes
eléctricos datan del 1989. Ese material no se había siempre renovado según las reglas, por lo que debimos poner el
barco al día para llevar a cabo la expedición. Tres años atrás, habíamos considerado
reparar los tableros eléctricos, analizar el problema de los tanques, las fugas, los motores...Un barco
que trabaja tanto como Tara requiere un mantenimiento constante”.
El placer de intervenir sobre la legendaria goleta
conlleva una reflexión más integral en torno a la durabilidad del material.
“¿Hasta donde uno puede llegar con los equipos? Por
ejemplo, los motores que datan de 1986; La tecnología ha evolucionado desde
entonces y nos preguntamos si seguiremos dando mantenimiento o si no sería
mejor cambiarlos completamente, aprovechar la tecnología actual. El otro punto
particular de Tara es su
casco de aluminio. Al sufrir pérdidas eléctricas, si la corriente pasa por casco, surgirán corrosiones que no siempre veremos
y que pueden debilitarlo; De ahí la importancia de un buen aislamiento”.
Para llevar a cabo esa labor, Tara ha solicitado a las
empresas locales, como Barillec cuyo taller se encuentra en la zona portuaria
de Lorient. Al cruzar la puerta, nos recibe la amplia sonrisa de Romain Evenot.
Este joven ingeniero de oficina ha cambiado, sin lamentarlo, el mundo de la
industria por el de la marina, y supervisa la instalación del nuevo
transformador de Tara.
“Es un tablero que
habíamos instalado nosotros mismos hace casi veinte años, con modificaciones
que ya no se adaptan a las necesidades de la tripulación. El objetivo es de poner
todo al día en función de las expectativas de los embarcados y de la
navegación. En Tara todo es compacto. El barco es relativamente pequeño: que
quepa todo en el espacio disponible es un reto”.
A bordo, Jean me lleva en la cubierta posterior de Tara. Su
mirada abarca y abraza el barco entero.
“Es así que imagino los barcos de expedición, como en el
siglo de las Luces, en el viaje de Bougainville. Un barco es una herramienta. Lo
interesante en el caso de Tara es ver como usan esta herramienta. El ser humano
es por naturaleza curioso. Su manera de progresar es la de interesarse en su
medioambiente y en la ciencia. De allí lo importante de ver como marineros,
científicos y artistas se reúnen para compartir una misma visión de la humanidad,
una misma curiosidad; Eso es lo que me apasiona”.
Una pasión que llevará Jean a embarcar en Tara el mes
próximo para ligar con los hielos de Groenlandia.
Pierre de Parscau.