Colocación de los mástiles en le Havre. Anne Recoules / Tara Expéditions |
Desde el lunes, estamos atracados en Le Havre, muelle Jean Reinhart. En
plena zona portuaria. Es en este ambiente de muelles kilométricos, grúas inmóviles
y desnudadas dársenas, que se vuelven a parar los mástiles de Tara.
En Le Havre, los adolescentes hacen skate
frente al mar, el ayuntamiento tiene pinta soviética, el viento corre por las
calles sin merced. Los trofeos náuticos van al museo, los muelles se hacen galerías comerciales, los
desusados contendores apilados son transformados en residencias universitarias.
En un funambulismo entre ayer y hoy, lo viejo da a luz de algo nuevo. Un hoy en
día hecho de dársenas inmensas bordeadas de edificios de acero corrugado, de puentes que se levantan para dar paso a
portacontenedores del mundo entero, de esclusas gigantes para barcos
gigantescos.
Contenedores por millares
Primer puerto del comercio exterior francés, 4º
puerto en importancia del norte de Europa, 30 entradas y salidas de barcos
al día, 33000 puestos de trabajo, más de 60 millones de toneladas movidas cada
año que pasa, 40% del suministro de petróleo bruto. Aquí, todo es
desproporcionado.
Hasta la profundidad de las dársenas.
Especialmente ella. Aquí, no hay restricciones por mareas, calado o tamaño del barco.
Llegan y se van por igual de día y de noche. Entonces, gente, mundo, hay
bastante desfilando. Más allá de las montañas de contenedores, se divisa el
castillo de un carguero deslizándose mar afuera. No se ve humano alguno en eso inmuebles
flotantes. Uno imagina ver un buque fantasma, o un juguete radio-controlado.
Un deslizamiento, imperturbable, rumbo a Europa, China o Asia del Sur.
"Aquí, antes (...) había un montón de cosas"
En Le Havre, en el muelle Jean Reinhart, nos
topamos con ex-trabajadores portuarios. Ellos vienen a ver la goleta, así, por
curiosidad. "Hay que amar eso, navegar en un barco como ese " lanza
uno de ellos. Nosotros pensamos lo mismo al ver pasar los portacontenedores. No
es necesario ir muy lejos para encontrar información acerca de los lugares que
nos rodean. Un piloto del puerto, un ex
marinero de remolcador, un ex-docker, diferentes oficios ahora pero una misma
certidumbre: en las últimas décadas, el panorama ha cambiado drásticamente.
"Aquí, antes había barcos descargando frutas y verduras, había un montón
de cosas. Ahora no hay nada. Con los contenedores, todo se ha movido más allá
...", recalca un lugareño cerca de la dársena Bellot, desertada por los
barcos, donde Tara está temporalmente amarrado.
En Le Havre, la tripulación de Tara ya se está
afanando con los mástiles. Los marineros no tienen realmente tiempo para andar la
ciudad, pero captan su espíritu al paso de los visitantes y transeúntes. En Le
Havre, ellos también lo saben, nada más están de paso.
Anne Recoules