Tara en Paris,
puente Alexandre III.©Tara Expeditions
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Un velero, un velero polar además, en plena ciudad, eso no es tan común. Y para ser franco, como marinero nunca imaginé que un día yo iba a navegar en el rio Sena.
La gente debe estar pensando lo mismo. Sean joggers matutinos o lanchas rápidas de la policía o de los bomberos, todos se detienen un rato para examinar esta curiosidad. ¿Qué es eso? ¿De dónde viene? ¿Cómo pasó por debajo de los puentes con sus dos mástiles?
Hasta los bateaux-mouches de turistas han integrado Tara en su tour del paisaje urbano parisino: “A su derecha, Tara, el velero polar…”
Amarrado al muelle, tranquilo, gozando de una de las más hermosas vistas de París entre la Torre Eiffel, el Grand Palais, los Invalidos, el Puente Alexandre III, uno se recuerda sin embargo que estamos en un barco gracias a los remolinos causados por las barcazas que se cruzan sin parar.
Es cierto que no estamos más en una modalidad de expedición, pero socializar con la gente es también una de las misiones originales de Tara. Sembrar consciencia sobre los temas ambientales, inspirar vocaciones, explicar en detalle lo que Tara ha vivido en los últimos años, entre misión científica y aventura humana.
Siempre hay 10.000 cosas que hacer: visitas de las escuelas durante la semana, fines de semana abiertos al público en general, entrevistas con periodistas, encuentros y cenas oficiales, administración de los pedidos, gestión de la exposición, correos electrónicos y llamadas, y por encima, los trabajos de mantenimiento a bordo y la preparación de la próxima expedición que se acerca rápidamente.
Por las noches, después del ajetreo del día, la tripulación se vuelve a encontrar entre si, en paz, como en casa. A veces Etienne o Agnès(b.) llegan a parar a bordo para un saludo y disfrutar un poco de su Tara, ellos que sostienen las misiones científicas desde hace tantos años.
Daniel Cron
La gente debe estar pensando lo mismo. Sean joggers matutinos o lanchas rápidas de la policía o de los bomberos, todos se detienen un rato para examinar esta curiosidad. ¿Qué es eso? ¿De dónde viene? ¿Cómo pasó por debajo de los puentes con sus dos mástiles?
Hasta los bateaux-mouches de turistas han integrado Tara en su tour del paisaje urbano parisino: “A su derecha, Tara, el velero polar…”
Amarrado al muelle, tranquilo, gozando de una de las más hermosas vistas de París entre la Torre Eiffel, el Grand Palais, los Invalidos, el Puente Alexandre III, uno se recuerda sin embargo que estamos en un barco gracias a los remolinos causados por las barcazas que se cruzan sin parar.
Es cierto que no estamos más en una modalidad de expedición, pero socializar con la gente es también una de las misiones originales de Tara. Sembrar consciencia sobre los temas ambientales, inspirar vocaciones, explicar en detalle lo que Tara ha vivido en los últimos años, entre misión científica y aventura humana.
Siempre hay 10.000 cosas que hacer: visitas de las escuelas durante la semana, fines de semana abiertos al público en general, entrevistas con periodistas, encuentros y cenas oficiales, administración de los pedidos, gestión de la exposición, correos electrónicos y llamadas, y por encima, los trabajos de mantenimiento a bordo y la preparación de la próxima expedición que se acerca rápidamente.
Por las noches, después del ajetreo del día, la tripulación se vuelve a encontrar entre si, en paz, como en casa. A veces Etienne o Agnès(b.) llegan a parar a bordo para un saludo y disfrutar un poco de su Tara, ellos que sostienen las misiones científicas desde hace tantos años.
Daniel Cron