10/12/2012

30 años después del histórico acuerdo de Montego Bay, ¿donde nos encontramos en materia de gobernanza de los océanos?


Océano Indico ©Fabrizio Limena/Tara Expéditions

Los océanos representan el 70% de la superficie del planeta, de los cuales el 64% son aguas internacionales sin control de poder alguno. Explosión demográfica y crecimiento de las grandes ciudades mediante, nuestra huella ecológica en los océanos se ha más que triplicado en 50 años. Regular el alta mar es ahora un reto de gran tamaño, pero en la práctica, ¿como controlar lo que acontece en medio de un océano? Que se trate de contaminación, de pesca ilegal o de piratería, los medios son insuficientes y los marcos existentes son incompletos.

Breve recordatorio: La Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar
Históricamente, los mares han sido un espacio de libertad. Esta idea fue desarrollada por el filósofo holandés Grotius, quien llegó a formular el concepto de "libertad de los mares", limitando el derecho de los Estados al solo alcance de sus cañones. Con el desarrollo de las metrópolis industrializadas, el crecimiento exponencial del comercio y la explotación de los recursos oceánicos han traído nuevos retos marítimos, tales como la explotación de los recursos minerales off-shore, la gestión de las reservas de peces explotadas por las flotas internacionales, la regulación del derecho de paso por los estrechos o la gestión de una contaminación que rebasa las fronteras.
Para hacer frente a estos desafíos sin la afirmación de un derecho marítimo, la ONU ha puesto  en marcha un proceso de concertación desde el final de los años 50. Objetivo: construir un tratado de gobernanza del mar. En 1958, la Convención de Ginebra sienta las bases del Derecho del Mar, con la definición de lo que es "mar territorial", "alta mar", "plataforma continental". En 1970, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoce el fondo del mar como "Patrimonio mundial". Luego la ONU lanza en 1973 una conferencia internacional sobre el Derecho del Mar, que lleva a la firma, el 10 de diciembre de 1982, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM), ratificada solamente 12 años después, en 1994.

¿Dónde estamos hoy?
Este texto clave del derecho internacional fue el primer esfuerzo diplomático mundial en pos de  un acuerdo global, y sigue siendo la piedra angular de la legislación marítima que norma la reglas de navegación, el manejo de los pasos y estrechos, el uso de los fondos marinos.
La CNUDM también define cuales son las autoridades de los Estados con poder de legislar sobre las naves. De hecho, un barco se encuentra en la encrucijada de dos poderes: el del Estado de la bandera que lleva, y el del Estado soberano en las aguas que navega. Este es un tema candente  hoy en día: la aparición de las "banderas de conveniencia" ha permitido que los armadores registren sus naves bajo la bandera de Estados que no han firmado los convenios internacionales sobre el Derecho del Mar y que carecen de un verdadero derecho social. Los desastres que han resultado de esta práctica, - naufragios y contaminación -, están ahora en la mira de la opinión pública, pero las alternativas de tipo “label”, marcador de responsabilidad ambiental de los armadores, siguen siendo demasiado minoritarias. Ante la solución fácil de alquilar barato buques de Panamá, las islas Marshall o Liberia, sólo una legislación comprometedora puede realmente impulsar la responsabilidad de las compañías navieras.

¿Cuáles son las negociaciones en curso para avanzar en la gobernanza internacional?
La CNUDM ha sido ratificada por 160 Estados, pero numerosas partes de la Convención  permanecen sin aplicarse por falta de recursos y medios de implementación. La no ratificación por los Estados Unidos y otros grandes países como Turquía o Colombia, resulta en una seria limitación para su generalización y para la creación de un organismo específico de gestión y financiación. Si bien la CNUDM estipula que se deben proteger los océanos como "patrimonio de la humanidad", no alcanza a crear las instituciones de cooperación internacional necesarias para una efectiva protección del medio marino.
Además, el aumento del precio del petróleo y la creciente necesidad de recursos energéticos reviven los apetitos de explotación off-shore; Ello tiende a condicionar los acuerdos sobre los derechos de explotación pactados en otra época, cuando el potencial de ciertas áreas geográficas, como el Ártico, era desconocido.
Dada la urgencia de hacer respetar los marcos jurídicos existentes y de actualizar la Convención a la luz de los desafíos actuales, se ha iniciado un proceso enmarcado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (UNCSD), con miras a reformar la CNUDM. Este principio estuvo a punto de ser adoptado en Río+20, pero por falta de visión política ha sido aplazado hasta la 69 Asamblea General de la ONU en 2014.

El fracaso, tanto de las ambiciones en Río +20 como de las actuales negociaciones sobre el clima, no habla bien de la toma de decisiones favorables al planeta. Pero no nos podemos quedar sentados en nuestra esquina: debemos aumentar la presión y movilización para revivir la agenda de los océanos. La sociedad civil lo ha expresado claramente en Rio: el futuro que queremos depende del planeta océano.

André Abreu, encargado de misión para Tara Expéditions